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Nunca pasa nada. Este suele ser el argumento más repetido por aquellos que se manifiestan indiferentes ante las negociaciones de Pedro Sánchez y el PSOE con el independentismo catalán y, en su momento, con Bildu y el PNV. Y es verdad que nunca pasa nada. ... Porque no hay que ignorar que los vaticinios catastrofistas de aquellos que auguraban la ruptura de España o la quiebra económica no se han cumplido ni antes ni ahora. Al menos, de momento. Caminamos constantemente por el filo del abismo, pero eso no significa que vayamos a caer.
Pedro Sánchez, como se ha escrito en esta página en más de una ocasión, lo entendió hace tiempo. La gente, ese concepto tan amplio del electorado, no está ni preocupada ni obsesionada con el secesionismo catalán ni con los herederos de ETA y mucho menos con lo que se bautizó como gobierno Frankenstein. Mucha de esa gente no conoció el terrorismo y tampoco quedó marcada por el asesinato de Miguel Ángel Blanco y –es mi opinión– relativiza todo lo que ocurrió y ocurre en Cataluña. Esta indolencia del electorado deja el camino expedito para Pedro Sánchez y su obsesión por mantenerse en el poder. Si hacemos un poco de memoria, Sánchez dobló el brazo a todo el aparato y a todos los barones del PSOE cuando todos lo daban por hundido. Y luego supo desbancar a Rajoy, afianzarse en Moncloa y refundar un PSOE a su imagen y semejanza. Y eso, depende del lugar desde donde se mire, puede ser malo o bueno.
Y frente a ese marasmo ideológico, hay una minoría política, judicial, institucional y mediática que llama la atención sobre los riesgos de la última vuelta de tuerca del PSOE. Y sí, uno empieza a pensar en que se tensa tanto la cuerda que puede llegar a partirse, aunque nunca hasta la fecha se haya partido nada.
La gran cuestión es saber cómo será la digestión de la amnistía, que no es otra cosa que pasar por alto un golpe de Estado y un montón de delitos y doblegar al poder judicial en nombre de los intereses de Pedro Sánchez. Es decir, quebrar la separación de poderes en beneficio propio. La mejor forma de explicar todo esto es que el indulto significa perdonar a los condenados –que en el caso del secesionismo catalán ya es bastante– y la amnistía significa pedir perdón a los condenados o acusados. Quiere esto decir que el Estado pide perdón a Puigdemont y al resto de encausados y condenados.
Pero esto que algunos –entre ellos el PP– considera una humillación parece que hace poca mella en la ciudadanía, especialmente en la más joven. Hay que asumir que hay un sector de la población que asume como posible que Cataluña y el País Vasco avancen aún más en su proceso de desvinculación de España. Y entre ellos, el propio Sánchez y el propio PSOE.
Y más que poner el grito en el cielo lo que habría que hacer es analizar los motivos y buscar soluciones. Sería interesante saber los motivos por los que cualquiera puede mentir descaradamente y que no pague ningún precio. Pedro Sánchez y Salvador Illa negaban la amnistía por ir contra el Estado de Derecho y hoy, pocas semanas después, la defienden por un interés propio. Podríamos afirmar que el electorado no castiga la mentira. Y ya está.
Pero quizá lo que el PSOE no ha calibrado es el impacto que puede tener el agravio económico y la desigualdad territorial diseñada por Sánchez. Desde Felipe González hasta Aznar, pasando por Zapatero y Rajoy, se ha utilizado el dinero para comprar los votos y los apoyos de los vascos y catalanes. Nada nuevo. Incluso recordamos aquello de que Aznar hablaba catalán en la intimidad con Pujol, que ya en aquellos tiempos sería todo un ilustre corrupto. Y todos lo sabrían.
Sus defensores podrán aducir que Sánchez hace lo mismo, con la única diferencia de que, como ya hizo Zapatero, abre una ventana peligrosa al independentismo y castiga al resto de las comunidades autónomas, entre ellas Andalucía.
Que el Estado vaya a condonar 15.000 millones de deuda a Cataluña a cambio de unos cuantos votos es, simplemente, un intolerable agravio comparativo para el resto de las regiones. Hoy, más que nunca, el PSOE actúa como un trilero dispuesto a engañar y a embaucar a los españoles.
Lo curioso será comprobar cómo políticos del socialismo andaluz y malagueño como Juan Espadas, Susana Díaz, Daniel Pérez, Mari Nieves Ramírez o Nacho López justifican este agravio con Andalucía y con Málaga.
Si a Cataluña se le condonan 16.300 millones, ¿por qué no se le condonan 17.800 a Andalucía? ¿Hay en España ciudadanos de primera y de segunda?
Lo grave de todo esto no son ni los indultos, ni la amnistía, ni la cesión de más competencias, ni siquiera la condonación de esos 16.300 millones. Todo eso podría tener alguna justificación si no fuera, simplemente, porque los motivos son simplemente las aspiraciones personales y partidistas de Pedro Sánchez y el PSOE.
Lo más probable, sin embargo, es que no pase nada. Como siempre. Y eso debe hacernos reflexionar.
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