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El nuevo paradigma y el mismo paraíso

INTRUSO DEL NORTE ·

Lo trágico se solea y el malagueño es el primero en el peligro de la libertad

Lunes, 24 de agosto 2020, 07:54

Ha sido el verano más raro de nuestra historia. Hoy será lunes, hará calor, pero el Alma ya estará pensando en cómo sobrevivir a septiembre. Este tiempo de entreguerras, enlagunado, quizá haya servido para reencontrarnos con lo que fuimos antes del secuestro civil.

Con más o menor responsabilidad, hemos ido dejando claros y calvos los paseos marítimos. Ya no se mira al cielo por la sequía, sino que se pasea la vista por las revistas por médicas por ver lo de la vacuna y así.

Los jazmines, asintomáticos, han olido a lo de siempre en el viejo barrio. Hemos tenido que despedir a Pablo Aranda en la flor de la vida y por eso hace ya demasiados días que esto no es verano. Hay animación que no llega a bullicio en el Muelle 1, mujeres saudíes que le dan colorido al vacío, hay trasiego de barcos como navegando para que el mundo siga existiendo. Ya no los patinetes molestan lo que molestaban y aún queda vernos en la Vuelta al colegio, que le viene quitando el oremus a más de un docente.

No es esta una columna desafinada, sino una carta topográfica de la nueva normalidad en estas cuatro esquinas del Paraíso. Si Sánchez ha podido veranear y a nosotros se nos ha dejado viudos de Feria, es evidente que algo no funciona demasiado en esta ecuación distópica: sin precedentes y con mucha falta de vergüenza.

El Intruso deja el nivel del mar como lo encontró. Con el agua a su gusto y esa sensación de verano no vivido aunque llegáramos a 45 grados en aquel día en que no murió, sin embargo, el maldito bicho. Luego está, claro, lo de Ponce y su amorío entre Nabokov y el 'Hola' que acaso ha servido para distraernos un rato entre que exiliábamos al Rey y nos dábamos cuenta de que en esta Iberia Vieja compartíamos residencias con el colmo de los botarates: los antivacunas.

Nos esperan tiempos para los que nadie nos preparó. Pero eso sucede también cuando nacemos. La pandemia en el Paraíso tiene también otros tiempos, lo trágico se solea y el malagueño es el primero en el peligro de la libertad. Que nadie lo olvide cuando vengan malas - o peor- dadas.

El nuevo paradigma que dicen los sociólogos es cerrarnos a deshoras los bares. Dios quiera que siga habiendo espigones, roqueos de mi distancia social.

Un espigón, ese espigón, es un mástil de soledad desde el que se divisa la Bahía iluminada y la Bahía nos dice que no todo está perdido. Que nos quedan el heroísmo, el fracaso y la sonrisa. Y muchas obras pendientes para que todo esté mejor que antes.

Perdonen este lunes raro y laboral. Pasará y seremos mejores, seguro. Cuando la responsabilidad aconseje que volvamos a la Feria.

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