La huella legislativa de este Gobierno de coalición se vislumbra cada vez más compleja y perversa. El 'sí es sí', la 'ley trans', la de bienestar animal... Lo malo no es sólo la regulación concreta de determinadas materias, sino que su contenido y sus pautas ... es evidente que no son queridos, casi ni aceptados, porque no existe una mayoría social que respalde su espíritu, ni ha existido en ningún momento. La continuidad de una coalición, a veces, se sujeta a efectos indeseados para poder mantener su viabilidad, pero no es habitual que los esfuerzos de sus integrantes acaben por imponer normas tan lejanas a las aspiraciones sociales mayoritarias como las de marras. Hay una cadencia de conducta digna de estudio por parte del máximo responsable gubernamental que oscila entre la debilidad y la ausencia de escrúpulos autorizando o imponiendo un trágala desconcertante a su propio partido y, por ende, a toda la sociedad. El epígrafe-fuerza para actuar de este modo es el mantenimiento del pacto del grupo o equipo político diverso del gobierno a un precio tan elevado que aterra pensarlo y más aún sufrirlo. También cabe añadir, entre los rabiosos ingredientes de este coctel, un genuino relativismo ideológico del titular del Consejo de Ministros nunca anunciado, aunque más que comprobado desde su inicio. Los límites están siendo superados una y otra vez, quizá porque los mismos lo son más para unos que para otros. Pedro Sánchez no se amilana por ellos ni por su trasgresión. Las consecuencias judicial-sociales de la ley podemita en lo tocante a las penas por agresiones sexuales están siendo nefastas causando dolor y alarma. No parece que vaya a quedarse atrás la ley que regula el llamado cambio de sexo, el registro público de género o la edad prevista para iniciar la 'transición'. Pero es que tampoco va a ser asimilable lo que quiera que ocurra con la regulación de la nueva ley de bienestar animal. El descontento va a elevar su tono progresivamente –ya lo está haciendo–, no cabe ser optimistas y pensar que todo esto se va a tragar sin más. El ímpetu 'transformador' de UP con sus leyes, sólo con treinta y tantos escaños, es más que escamante.
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Recientemente, crónica de una muerte anunciada, se conoció el resultado de una votación en el Parlamento Europeo que arrojó una presunta prohibición para los coches de combustión y explosión en 2035. Muchos ciudadanos se están quejando de ello, no lo entienden y no les gusta esta decisión. Nos vamos acabar preguntando si tienen legitimidad política y moral suficiente estos europarlamentarios para prohibir según qué cosas.
La ausencia de voluntad social para regular las conductas, las relaciones y los actos humanos es la materialización de un grave error y mucho más si se trata de cuestiones de trascendencia. Son tiempos de pretendidas transformaciones cruciales y hasta abruptas. La democracia requiere otras condiciones bien distintas y conviene no olvidarlo, porque no siempre los pueblos hacen de la docilidad su pauta preferente de comportamiento.
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