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Noches tropicales. La noche tropical es, para los insomnes, un Gólgota más que añadir a estas cosas del verano, del incómodo verano. Después del día ... a medio gas de los terrales, la noche tropical, la noche que Roberto Brasero explica con fruición, es una forma como cualquier otra de ir encontrando la incomodidad y esa veta que nos hace normales. Acaso por eso, el arribafirmante recomienda coger el coche, subir Cristo de la Epidemia, seguir por el antiguo camino de Madrid y pararse en alguna recurva entre la Fuente de la Reina y Venta Galwey. Dicen que hay como 12 grados menos que en Málaga. Y que es recomendada la rebequita. En otros veranos, ya casi olvidados, yo iba por allí a escuchar a Joserra. Y dormía.
Memoria histórica. Le voy diciendo al gran Carlos Hidalgo de dónde soy, de dónde vengo. Cuál es mi pedigrí político. Y se sorprende. Acaso porque la velocidad de estos tiempos impide que seamos lo que somos, o que podamos ser lo que somos y que nos traten como tales. Carlos se sorprende y comprende. Porque yo soy algo más que Twitter: a saber, un español de bien, a la izquierda de la socialdemocracia, alguien que no va a renunciar a dos cosas: la sanidad pública y la educación también pública.
Vacuna. Hoy ya me vacunan, y como que se cierra sobre el papel un ciclo. El del secuestro civil, el de los rezos a la Ciencia, el de los espetos con mascarillas y el del miedo usado por muchos a beneficio de inventario. Mientras usted lee esta columna, el suero entrará en las habitaciones últimas de mi sangre (Lorca) y quizá me quede más majara de lo que esroy. Llevo 6 meses sin ver a los míos y esa ausencia, profiláctica por ambas partes, va quemando la moral y empozoñando los sueños. Esos mismos sueños en los que el argumento es que me quitan el mar. O esos otros en los que un chaval de Cádiz me quita la musa y se lleva los parabienes de mis amores. Al de Cádiz le pongo cara, se llama Sampalo, y quiero aprender de él esa felicidad viñera de tomar todo con sorna, disfrutar del parchís y del desayuno con Machaquito.
El Orgullo. Anduve en el Orgullo de Madrid y todo eran caras largas. Se ve que Irene Montero ha llevado todo a su canonjía y así, quien se manifiesta, lo hace contra un Ministerio/Tarta que confunde y legisla a base de tuits algo tan complejo como los sentires y los quereres. Pero España, la España trans y la LGTBI, es muy superior a las chuminadas del chiringuito de Irene Montero. Igual que el resto de España, esperemos, es muy superior a Sánchez y su demolición de lo que fuimos y lo que seremos. O al menos a eso me agarro en estos días de canícula.
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