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Una noche para el tiempo

Será mañana una noche como otra. Con sus pulmonías y sus retrasos

Lunes, 30 de diciembre 2019, 08:02

Toca ya, por narices, hacer balance del año. El tiempo es una construcción, pero por ella vivimos y hacemos lo que podemos bajo este sol y ante esta orilla que las circunstancias nos empiezan a racionar. Sabemos que de nosotros hablan los papeles, que aquí en la orillita ha decidido Europa ajustar sus cuentos y sus cuentas: pero es que esas son las reglas del paraíso. Todo año, si se ve con distancia, acaba saliendo malo como un toro para una corrida de japoneses. En este año pasó lo que pasó, no nos llamaron a filas, no presidimos ninguna mesa electoral y en eso reside hoy nuestra buena estrella. Se nos ha ido gente que amábamos y estos días azules parece que son la mejor concesión que nos da el cambio climático. Es maravilloso bañarse en la calita y saber que todo este caldo y este sol son culpa del hombre del siglo XXI.

Otro año en Segunda nos deja mala cara, porque cada domingo suele ser peor que el anterior y las gradas sienten lo que no sienten ni un despacho ni una camiseta que no se suda.

Con todo, no hay que hacerse mal cuerpo, que los barcos salen a Mellila, y las parejitas coleccionan atardeceres aquí mismo. Y hay gaviotas sobrealimentadas y niños, muchos niños en las tardes que vienen. Un 'baby boom' que nos rejuvenece esa mirada que traemos rancia de casa. Somos padres por persona interpuesta y bajar al parque es caer en la cuenta de que se nos ha pasado el arroz para un 'bambino'. Luego, en la cuesta de enero, todo serán bodas de las que nos desapuntamos por mera supervivencia económica. En los periódicos extranjeros, además de algunos cadáveres, nos contarán las maravillas que se acumulan en un día cualquiera en estas latitudes.

Quién nos iba a decir que íbamos a ser capaces de sobrevivir en el caos: que íbamos a vivir en la interinidad despejando balones. En el fondo, lo que menos hay que hacer es esto que estamos haciendo hoy: viéndole los fallos al año que se va.

Del temita hablamos y hablaremos, hasta que reventemos. Pasado no saldrá el periódico, como hace una semana, y hay algo tan natural como doloroso en eso de vernos con los kioscos cerrados. El Gobierno está al caer, en las vísperas: pero qué corta la legislatura, qué negra la leyenda negra y qué España la que estrena año.

Lo peor de noches como las de mañana son los humoristas con capa y sin gracia... y el televisor gastando luz, dando una mala compañía a los que cenaremos solos y lejillos de nuestra zona de confort. La noche de mañana será como cualquier otra, la famosa de turno cogerá una pulmonía y las campanadas seguirán el retraso habitual. Mañana toca disfrutar por decreto a los que puedan cambiar de año y disfrutar de una mera contingencia. Los festivos están ahí desde mucho antes de que supiéramos contar.

Crecimos, nos vetaron la Navidad y por eso escribimos este cuento de la cerillera sin nieve y sin campanilleros. Nos leemos en el 20.

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