Borrar

La Navidad no se rompe

Por ahora ·

Domingo, 29 de diciembre 2019, 10:06

Cuando Zapatero comenzó con los primeros pasos que cuestionaban la forma constitucional del Estado, la Transición o anunciaba que había que admitir la redacción del nuevo estatuto catalán cualquiera que ésta fuera, algunos políticos socialistas -casi sorprendidos- decían: «... Y España no se rompe». La frase de marras era una forma de decir que, a pesar de los análisis agoreros acerca de cada una de estas medidas zapateriles, no pasaba nada y que sus detractores no llevaban razón. Es verdad que España aguanta mucho, no hay más que ver estos días de Gobierno en funciones o las actuales negociaciones del PSOE con los representantes de un partido cuyos dirigentes andan en prisión por dar un golpe de Estado, por traicionar a esta nación.

En plena opacidad conversadora -nada de streaming en las reuniones-, los medios de comunicación dan cada día un vago parte de las mismas y se dice que los cripto-reunidos avanzan hacia el acuerdo. Es difícil ponerse en los zapatos de Esquerra Republicana pero, si hiciéramos este ejercicio, veríamos que este pacto no tiene sentido ni es coherente con su ombligo-supremacista ideología. En estas horrorosas conversaciones sobre el 'conflicto político catalán' los representantes de Esquerra podrán arrancar algunas cosas, privilegios presupuestarios, alguna que otra decisión que prime a Cataluña de forma arbitraria y vergonzosa, más debilitamiento del Estado o aún menor presencia del español como lengua y más desaparición de Policía Nacional y Guardia Civil o hasta el vergonzante traslado de un cuartel central policial... Vale, pero no la independencia. Ni por asomo. Pero en el fondo no les importa, porque, como dice la historia, estos supuestos secesionistas no quieren crear otro Estado, sino seguir mamando del nuestro toda la vida. Vamos, que no son nada sin tener la figura de España como tótem al que reprochárselo todo, culparla de sus males y exigirle nuevas competencias, especial trato jurídico y material y más recursos. Por eso ERC quiere pactar, porque nos tiene donde desea tenernos siempre: en una cesión permanente y en una postura en la que puedan seguir acusando a España de robar y de lo que haga falta.

No, señoras y señores, no quieren irse a ningún lado. Ni los golpistas de ERC o Junts por esto y aquello -los ex de Convergencia-, ni los hacendados del PNV o sus tolerados bildutarras. España es un chollo y si llegara un día que sólo fuera un país vecino ninguno de éstos tendría a quien pedir ni a quien culpar. Y es que contra España viven mejor, ninguna situación puede superar a ésta, de la que tanto disfrutan.

Que Rufián sea de origen andaluz o que Aitor Esteban lo sea de Soria, o tantos otros exhibicionistas de RH exclusivo y singular sobrevenido, es todo un síntoma de lo que realmente es y significa el nacionalismo paroxista de los indepes. La flagrante ausencia real de ideología, lo limitado de su mundo, la ignorancia del resto y su infundada superioridad son las trazas de un miserable manual que sólo puede llevarse a la práctica si la sólida columna del Estado español permanece ahí para poder pedirle cuentas, poderlo odiar expresa y oficialmente y pasarle facturas de modo permanente.

El pasado 24 de diciembre, el Rey Felipe VI en su tradicional discurso vino a referirse, entre otras muchas cosas, a la fortaleza de España con una sociedad que ha demostrado «serenidad, entereza, resistencia y madurez». Una nación emprendedora y generosa, con una posición privilegiada por su vocación universal, su historia y su cultura. El Rey, además, ensalzó nuestros valores y recomendó que confiemos en nosotros mismos, que confiemos en España, «pensemos en grande», sugirió. Somos una gran nación, sin dosis impostadas de autoestima, y no, no nos vamos a romper por duro que sea el enemigo secesionista o blando el jefe del PSOE, negociando y cediendo lo que no debe. Permítanme un símil, estamos en Navidad -en las fiestas navideñas-, Pedro Sánchez suele felicitar el ramadán, pero estos días sólo felicita «las fiestas» y su ministra de Transición Ecológica ha felicitado «el solsticio de invierno». Nadie sabe muy bien qué es ese horror del eufemismo acomplejado y negacionista, pero la Navidad no se rompe -seguirá aquí cada año- y España tampoco, haya pacto o no y por lamentable que pueda ser su contenido.

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Publicidad

Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios

diariosur La Navidad no se rompe