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Entender el significado, el sentido, el origen, la legitimidad, la razón de ser y la vigencia de la Monarquía es un complejo ejercicio historiográfico, sociológico y político, que Felipe VI resolvió el día 24 una vez más. Las múltiples interpretaciones del mensaje del Rey en ... su discurso de Navidad son tan variadas y hasta contrarias entre sí que se hace arduo defender cualquiera de ellas. Aunque quizá sea muy explicativo poder comprobar cómo la figura del Monarca se engrandece y se hace más necesaria mientras más pequeño sea el tamaño moral y representativo del gobierno de turno. Las vicisitudes de las mayorías, los votos, los pactos y las coaliciones son apasionantes y ríos de tinta desgranan cada día sus claves y secretos, pero una constante enmudece su importancia, España debe continuar. El Rey encarna esa continuidad y su figura y autoridad representan y son la fortaleza del Estado en la adversidad y en la bonanza. El Rey simboliza la unidad de España, la legalidad constitucional y la legitimidad democrática, histórica e institucional, que al fin componen lo más necesario, la estabilidad.
El mensaje del Rey en Navidad ha sido un soplo de aire limpio y sano para todos los que su propósito no es el de someter a su capricho político a la nación, porque aquí hemos de vivir todos, aquellos con los que compartimos modelo social y con los que no. Un gobierno debe actuar siempre con la conciencia de ejercer su labor para que todos quepan, nunca para azuzar a unos frente a otros y todo ello con su natural idea de las cosas, pero sin hurtar el espacio a nadie que cumpla la ley. A veces da la impresión de que determinadas iniciativas legislativas gubernamentales y su procedimiento sumarísimo buscan imponer modelos concretos que pasen por encima de discrepancias o matices para no incluir ninguno y acaudillar al pueblo como en una auténtica arenga, sin alternativa ni vuelta.
Felipe VI dejó muy claro el espíritu renovador de su reinado y los principios éticos y la exigencia que lo inspiran, por encima de otras consideraciones de cualquier naturaleza, incluso de las personales o familiares, sin excepciones. En este compromiso, más allá de ceñirnos exclusivamente a la propia familia real -que también-, nos vemos todos compelidos. Así que bien harían los que desde el propio Gobierno aún se quejan de lo concreto en examinar sus actuaciones y resolver su propia respuesta ética ante las responsabilidades morales y también judiciales a que haya -a que hay- lugar.
En definitiva, un Rey en su sitio, con determinación y seguridad, ello que nos pide a todos, pues -como afirmó- «ni el virus ni la crisis económica nos van a doblegar». Con especial mención a los sanitarios, a las personas y las familias, a la economía y el fortalecimiento productivo y empresarial, a la creación de empleo y a nuestra Constitución, «que garantiza nuestro modo de entender la vida, nuestra visión de la sociedad y del ser humano...» Todos dentro, pues del Rey abajo, ninguno.
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