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Ñángara

Por ahora ·

Ortega fue elegido de nuevo presidente de Nicaragua en 2006. Hoy, con mano de hierro y su mujer -Rosario Morillo- de vicepresidenta, en nombre de no se sabe qué ni de qué beneficio del pueblo, sigue comandando aquel país

JOAQUÍN L. RAMÍREZ

Domingo, 22 de julio 2018, 09:58

Muy pocas cosas en la vida se producen por casualidad. Tampoco, ninguna palabra nace espontáneamente sin un claro origen, aunque en el caso de ñángara el ñam como prefijo parece anunciar una gran voracidad de no se sabe qué cosa. Esta palabra de la lengua española, de uso preferente en Venezuela, Panamá, Honduras, Puerto Rico y otros, significa -de forma despectiva- militante de extrema izquierda, comunista o persona comprometida al máximo con la revolución. Persona que se encarga de armar alborotos o desestabilizar el orden público en las universidades, liceos o en cualquier otro lugar. Se dice que ñángara procede de la lengua 'Cariña', de los llanos orientales de la propia Venezuela. En concreto, se dice que se obtiene del vocablo ñangarun, que significa mierda, y es el modo que los izquierdistas moderados y democráticos usan para referirse a los radicales o sus movimientos organizados, también de izquierdas.

Curiosidades más o menos ilustrativas aparte, en Nicaragua saben muy bien qué es un ñángara y quien hoy es a su vez un auténtico sátrapa. Es francamente doloroso que la gran Comunidad Iberoamericana sea noticia una vez más por centenares de muertes caprichosas a manos de un dictador. Daniel Ortega, presunto presidente nicaragüense, llegó a tan alta magistratura con la llamada Revolución Sandinista para derribar a otro sanguinario dictador, Anastasio Somoza, hace 39 años. Somoza murió asesinado en Asunción -Paraguay- a manos de un comando sandinista, una vez depuesto y exiliado, eran los tiempos en que el Frente Sandinista gobernaba ya Nicaragua. Ortega, tras un período fuera de la presidencia -entre 1990 y 2007- fue elegido de nuevo presidente, aun siendo dudosa su reelección desde un punto de vista constitucional. Hoy, con mano de hierro y su mujer -Rosario Morillo- de vicepresidenta, en nombre de no se sabe qué ni de qué beneficio del pueblo, sigue comandando aquel país.

La historia de Nicaragua, casi desde principios del siglo XX, es compleja y muy triste por tantos muertos, tanta revolución y contrarrevolución. Si Somoza fue un auténtico miserable y responsable de más de 30.000 muertos, los sandinistas tampoco fueron pacíficos ni demasiado respetuosos con la vida. Hay versiones de todo, muchas. La llamada Revolución Sandinista fue puro comunismo y, a pesar de todas las buenas intenciones de tantos, el empobrecimiento generalizado, la injusticia y la arbitrariedad, así como la constante tentación y ejercicio activo de los modos autoritarios, trajeron nuevas e importantes frustraciones y muy graves consecuencias. Con casi 7 millones de habitantes, Nicaragua no encuentra la paz ni el desarrollo. Tanta torpeza, mentiras y mitos ñángaras no han traído nada bueno nunca.

No es mejor una dictadura de izquierdas que una de derechas. La injusticia sistemática, la represión y las víctimas mortales, no tienen justificación ni consuelo, se vista como se vista el presidente-comandante de turno, casi siempre de color caqui y rimbombante graduación militar, en cualquier caso. Hoy, el pequeño ser humano Ortega mantiene su poder y sus canallas maneras. Ya lleva más de 300 muertos estos días, estudiantes y otros que quieren alternativas y progreso, se han rebelado desarmados y están siendo eliminados. De hecho, se defienden con los llamados 'morteros', que no son otra cosa que petardos de feria de tamaño medio.

Algo muy curioso de este tipo de personajes es su verbo engolado y su falsa y abundante dialéctica en nombre de un pueblo al que «por su bien» hay que dominar hasta vejarlo. Un pueblo al que exprimir en nombre de una causa que, al fin, es solo la coartada para detentar el poder y enriquecerse. No falla. La ñángara también ha llevado a la ruina y a la situación más dramática de su historia a Venezuela. La repetida búsqueda de la igualdad, aplicando las consabidas recetas políticas fracasadas del comunismo, siempre acaba por efectivamente producirse al generalizarse la falta de recursos y la miseria. Hoy en la bolivariana república hermana faltan medicamentos de todo tipo, hoy en Venezuela estamos ante una auténtica crisis humanitaria.

Ortega y Maduro son el paradigma del ñángara con poder sobre vidas y haciendas, el efecto de su magistratura no puede ser más desolador y deberían marcharse, el mundo no los necesita.

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