En la muerte de JD
INTRUSO DEL NORTE ·
Juan Diego tuvo una coherencia envidiable en vida, pantalla y obraSecciones
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INTRUSO DEL NORTE ·
Juan Diego tuvo una coherencia envidiable en vida, pantalla y obraSe pueden tener principios y ser Juan Diego. Y se pueden tener principios y andar por ahí, por el mundo, 'bardemeando'. Lo trágico es que ... se nos ha ido un mito de nuestro cine, un galán rojo como fuera Juan Luis Galiardo.
JD desde su Bormujos natal vio que la Tierra no era para los que la trabajan y se subió a un escenario, porque el escenario es el oficio y hay que trabajarlo.
Por ver de cerca al cacique, al señorito, clavó al señorito Iván mientras las milanas morían y España aún no había pasado de Puerto Hurraco. Yo he sentido la muerte de Juan Diego porque era de esos actores que siempre estaban con el Arte y la conciencia. Como El Brujo, como Paco Rabal, como tantos otros que no -y perdonen la expresión- 'enmierdan', y de qué manera, el debate patrio. Digamos que Sara Sálamo -mala actriz- o Anabel Alonso -buena actriz-, están en esas lides de tuiteras y activistas de la infamia.
Se ha ido Juan Diego a bofetón, en una España en que más que nunca se ha necesitado más compromiso y honestidad. Resulta que la honestidad, ay, está más que sobrevalorada en el solar ibérico. Llora el mundo del cine y lloro yo, también, que después de muchos festivales fue Juan Diego con quien mantuve una conversación seria de casi una hora y me dio consejos y demás. Era un tablao montado junto a la Residencia Militar del Puerto, y en su mirada se veía algo más que los papeles que fue.
Hablé con Garci de JD el mismo día que se nos fue Juan Diego: también de otros temas, pero además hasta de política y hasta de Delibes, que desde que soy lo que soy iba a ser una constante en mi vida por personas interpuestas.
Conmueve eso que dijo Juan Antonio Tirado al fallecimiento de Fernán Gómez: «Ido el tiempo de los gigantes, comienza el de los hombres». Y eso nos ha pasado con Juan Diego, de cuando el cine era el cine, y no mucha subvención para encontrar, quizá, a un primor que a punto está de dejar la vocación. Es la eterna lucha del artista, que le obligan a dejar la poética individualidad para ser masa, sindicato, mafia y cofradía sin principios y vocación de pasar el cazo.
Escribo de Juan Diego el día después del 1 de Mayo y me voy preguntando que dónde están las consignas, los ideales, cuando aquí el personal anda imbecilizado con monstruitos y demás juguetitos. Ha llegado ya la confirmación de la primavera con lo peor, que son los adioses.
Juan Diego, como dice Rosa Belmonte, va ya en el imaginario de lo que somos. De lo que seremos... Por eso, ya, Juan Diego ha entrado en ese panteón de Hombres Ilustres que cada uno de nosotros tenemos en nuestras mientes.
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