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Cuenca está en el imaginario sexual colectivo de casi todos, salvo de los muy chovinistas malaguitas, que prefieren mirar para Antequera en sus labores de cama. La bella ciudad colgada es la brújula amorosa, incluso hay una aplicación del móvil que te dice en todo ... momento dónde está Cuenca, para mirar o poner mirando en aquella apoteósica dirección, según se trate. El caso es que un grupo de mis mejores amigos ha pasado recientemente unos días en el kilómetro cero de las ensoñaciones húmedas de cualquier españolito. Digamos que pusieron rumbo a la Ciudad Encantada para patearla de día, y de noche cada cual hizo lo que pudo, o lo que le dejaron.
Yo no pude ir, qué más quisiera, pero lo que me 'cuencan' de su vibrante experiencia me ha hecho reflexionar estos días. Siempre me ha gustado la gente que cree y defiende lo suyo, y en aquellas tierras castellanas periféricas, tan lejos del mundanal ruido, eso lo hacen mejor que nosotros. Pongamos por ejemplo el mundo de los vinos, que los que siguen estas columnillas mías ya saben que es una de mis pasiones confesables. ¿Ustedes han oído hablar de los caldos de Cuenca? Pues no, yo tampoco, pero allí todos los bares y restaurantes –que, por cierto, me dicen que el nivel de calidad y servicio es estratosférico, algo más que envidiar– ofrecen en sus cartas decenas de referencias de las bodegas propias, tanto en tintos como en blancos, y las recomiendan y promocionan.
Incluso me hablan del caso de un maitre gallego bastante peculiar, que te da la opción de elegir tu marca preferida de las denominaciones de origen mayoritarias, o sea, de Rioja o Ribera, y él te sugiere uno con un paladar del mismo estilo, pero hecho allí. Y claro, pues lo pides y lo pruebas. Si algo así ocurriera en Málaga, no íbamos a tener espacio suficiente en la Serranía de Ronda y en la Axarquía para cultivar vides, y nuestros vinos volverían a tener el renombre y la producción de épocas mejores. Con todo lo que eso supondría para el empleo, la economía y el fomento de un cultivo tradicional con muy bajo impacto ambiental.
A menudo, desde nuestra autosuficiencia metropolitana, la de la gran urbe que está de moda en el mundo y que es el centro de la Costa del Sol, tendemos a mirar con superioridad a otros territorios que, por las razones que sean, no son ni tan tecnológicos, ni tan modernos ni tan deseados. Y sin embargo, bien haríamos en mirar con más frecuencia 'pa' Cuenca y aprender del 'amor' propio de los pueblos del interior... Y no solamente para lo que están todos pensando, pillines.
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