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Hay quienes afirman que septiembre se les está haciendo muy largo, no sabemos cómo les fue agosto. Lo más probable es que la impaciencia venga de lejos y la llegada del nuevo mes haya venido a sumar incertidumbres. En el puzle nacional no falta casi ... de nada, salvo alegrías económicas dignas de mención. El gobierno de las minorías, cuando éstas suman, es en democracia el resultado de la viabilidad legal de las coaliciones. Pero hay en este caso alguna especial característica que desanima, pues las fuerzas políticas con escaso número de votos no es que sencillamente participen o sean miembros del ejecutivo, no, es que consiguen imponer planteamientos de su programa en bruto que no obtuvieron respaldo en las urnas. Si lo piensan, el asunto es digno de ser estudiado, porque una cosa es construir una mayoría suficiente para investir a un presidente de consejo de ministros y otra que esas minorías pacten, a cambio, llevar a cabo sus propuestas por completo a pesar de que los electores expresaron alto y claro su rechazo a las mismas.
No hablamos aquí de legalidades ni de legitimidades, que bien se podría, no. Estamos hablando de que el partido más votado, 120 escaños, al tener un número de diputados escaso, respalda, permite o hasta impulsa medidas ajenas a su ideario o compromiso con tal de dar continuidad a una mayoría realmente variopinta. Podemos ha lanzado la propuesta de una empresa eléctrica pública, si Sánchez asiente, tendremos una de esas fórmulas que los ciudadanos no avalaron en las papeletas electorales. Si Bildu reclama «su derecho» a homenajear a los terroristas excarcelados cuando vuelven a su pueblo, nada se objeta desde Moncloa, aún el inmenso rechazo popular cercano a la unanimidad. Si PNV quiere agrupar a los presos etarras cerca de casa, Sánchez y Marlaska no han tardado en transferir la competencia de Administración Penitenciaria al gobierno vasco, así como implementar los traslados en tiempo record; son decisiones que tampoco tuvieron éxito el día de las elecciones. Si los independentistas catalanes querían un escandaloso indulto, ahí lo tienen y, si querían el Prat u otras cuestiones o competencias, ya se está en ello, una pata de eso que han llamado la «España multinivel», una sorpresa más que tampoco gozó del apoyo de los electores.
Si en España una coalición gubernamental junto a otra parlamentaria de facto implica la puesta en marcha y aplicación de la mayoría de las propuestas minoritarias, expresamente rechazadas en las urnas, estaremos llevando a cabo un extraño proceso por el cual se burlan las aspiraciones ciudadanas expresadas en votos. Se trata de un mecanismo aparentemente ordinario y ajustado al procedimiento con un resultado perverso y contrario a la voluntad mayoritaria de los españoles. Alguna prensa, muchos analistas y también políticos electos, llamaron «gobierno Frankenstein» a lo que quiera que se firmó en Moncloa pocas horas después de que Sánchez se hubiera comprometido reiteradamente y hasta con pesadez a no hacer: «No podría dormir tranquilo...» O aquello de «con Bildu no vamos a pactar...» Ahora hasta los más duros de mollera sabemos por qué.
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