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Esta semana hemos conocido que el Ayuntamiento de Madrid ha restituido las placas de la calle General Millán Astray, denominación que en 2017, por acuerdo plenario, fue sustituida por la de Justa Freire (maestra represaliada en el franquismo) en cumplimiento del de la Ley 52/ ... 2007 de 26 de diciembre, por la que se reconocen, amplían y se establecen medidas en favor de quienes padecieron persecución o violencia durante la guerra civil y la dictadura. Hubo recursos y tras varios pronunciamientos de juzgados de lo contencioso, en mayo el Tribunal Superior de Justicia de Madrid confirmó, entre otros pronunciamientos, una de las resoluciones que anulaba el cambio de nombre del fundador de La Legión al considerar que el acto impugnado adolece de «suficiente motivación» y afirma que «sin que del contenido del expediente administrativo puede desprenderse, de manera inequívoca, que Millán Astray participara en la sublevación militar, ni tuviera participación alguna en las acciones bélicas durante la guerra civil, ni en la represión de la dictadura». No comparto este pronunciamiento judicial y lo explico.
Dice el artículo 15.1 de la mencionada ley 52/2007 que «Las Administraciones públicas, en el ejercicio de sus competencias, tomarán las medidas oportunas para la retirada de escudos, insignias, placas y otros objetos o menciones conmemorativas de exaltación, personal o colectiva, de la sublevación militar, de la guerra civil y de la represión de la dictadura...». Por tanto, el Ayuntamiento de Madrid estaba cumpliendo un mandato legal sobre la base del informe-propuesta de un Comisionado de la Memoria Histórica (órgano colegiado de asesoramiento compuesto por especialistas de varias áreas de conocimiento) relativo no solo a la calle de Millán Astray, sino a otros 52 cambios de rotulaciones vinculadas a franquistas (sustituciones que en su inmensa mayoría han sido confirmadas por los tribunales). Es verdad que Millán Astray no estaba en España cuando se produjo la sublevación militar, pero de forma inmediata e incondicional se pone a disposición de Franco, que lo nombra jefe de la Oficina de Prensa y Propaganda. Más allá del «¡Viva la muerte!» y «Muera la inteligencia» respondiendo a Unamuno, no perdió un minuto para apoyar a los sublevados y a sus métodos criminales, en coherencia con sus antecedentes. Así, no se cortaba el hombre: «Tú eres el caudillo. Nosotros, detrás, y tú nos alineas. ¡Llévanos a la batalla, conducidos por tu genio guerrero, por tu energía, por tu acierto, por tu fortuna! ¡Echemos de nuestro suelo al enemigo! ¡Formemos también nuestro Ejército español, y tú, puesto al frente, levantarás tu espada victoriosa, mirando a oriente, y saludarás al Duce, al Führer, ya que tú eres el caudillo!» ('El Adelanto' de Salamanca, 8 de enero de 1937). ¿Se imaginan una calle en Berlín llamada Goebbels? Yo no.
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