ROBERTO LÓPEZ
Jueves, 23 de enero 2025, 01:00
Yo soy un migrante. Mi padre fue un migrante. Juan Ramón Jiménez, Víctor Hugo, Albert Einstein también lo fueron. Tartakower tuvo cuatro nacionalidades. Somos una ... especie en viaje, como cantaba Drexler. Si analizamos nuestro árbol genealógico solo veremos tránsito y rostridad. Como un hormiguero desatado, como un cerebro sano. No sabemos estar en reposo. Supongo que forma parte de la naturaleza humana.
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Me da mucha vergüenza que no seamos capaces de entender lo más sencillo. Que como explica, Tamara Djermanovic, todos los migrados son «hombres, con sus sueños y sus miedos, como nosotros». Que no seamos capaces de ser como ese niño alemán que, cuando le preguntaron si en su clase también había extranjeros, respondió: «No, allí sólo hay niños». Somos, sin duda, polvo en el viento.
Somos migrantes de origen, deambulamos en esencia. Hace varios cientos de miles de años, el homo sapiens dejó África para venirse a Europa. Curioso, ¿verdad? Nosotros los turistas europeístas, los primeros de la larga lista de migrados. Mucho antes, antes de nada, solo fuimos agua en un meteorito viajando por el espacio exterior, buscando oxígeno, encontrando sueños... Todos somos migrantes. A veces, nos olvidamos.
Me da mucha vergüenza la valla de Melilla, las alambradas húngaras, los muros tejanos, los tratados de extradición, los campos de refugiados, las concertinas, los alambres de púa y el liso acero galvanizado que utilizamos para construir obstáculos, cerramientos de seguridad (¿de seguridad, les llaman, en serio?). Os juro, por lo más sagrado, por mis hijas, que me da mucha vergüenza como ciudadano.
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Camila Cabello es otro ejemplo. Y Antonio Banderas e Isabel Allende y Marlene Dietrich. La camarera cubana que sonriente me pone el café, el amigo uruguayo con el que cocino entraña, el abuelo rojo y el otro, los jóvenes de Erasmus, la cajera china del Chino, el emérito... Milán Kundera, otro exiliado, escribió con ganas su primera novela titulada 'La broma' pero los estalinistas checos no la encontraron graciosa. La historia, que rima, se escribe en movimiento. Polvo en el viento, luces rojas y amarillas en la A-7, migrantes, migrados, nosotros en tránsito y la vergüenza de no entender lo más sencillo.
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