Un servidor de ustedes, queridos lectores, no entiende mucho de fútbol ni tampoco coloca este noble deporte entre sus prioridades de ocio, tanto en su vertiente de práctica (no está uno en edad) como de espectador. Sin embargo, reconozco que el fenómeno socioeconómico del balompié ... siempre me ha llamado la atención, en especial los aficionados (su enorme número y entusiasmo en el apoyo a su equipo) y las cifras astronómicas de dinero que se mueven cuando hablamos de ligas y equipos de élite. Hay un plano que considero muy positivo, como es la movilización colectiva de aficionados en torno a unos colores que ayuda a un conocimiento y trato mutuo entre personas de orígenes y perfiles muy distintos. Pero no termino de aceptar que miles de personas puedan sentir como un ataque que los jueces y Hacienda pongan orden ante evidentes fraudes tributarios de sus ídolos. Es inexplicable que una persona modesta destinataria de las políticas sociales (que se financian con los tributos), clame su apoyo a estos deportistas millonarios poco amigos de cumplir con sus obligaciones tributarias.

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Una situación especialmente hiriente en los últimos tiempos es la del famoso jugador Lionel Messi. Lo pescan defraudando y no solo no pierde prestigio ante los ciudadanos perjudicados por sus fechorías, sino que su reciente fichaje por el París Saint-Germain (en manos de un fondo catarí) ha provocado reacciones histriónicas entre algunos culés que entran directamente en el masoquismo colectivo. Que este jugador es excelente (y algunos dicen que el mejor del mundo) es evidente y su trayectoria habla por sí sola: 672 goles con el Barcelona. En consecuencia, parece normal que los clubs con «posibles» se lo rifen, aunque creo que esta operación es de mayor calado y tiene repercusión extradeportiva. La familia que gobierna Catar tiene claro que, al amparo de la enorme riqueza en recursos naturales de país, el fútbol es un medio privilegiado para ganar «respetabilidad» ante el resto del mundo. Ha conseguido que Catar sea sede de la Copa Mundial de Fútbol de 2022, y el fichaje de Messi (junto al portero italiano del AC Milan Gianluigi Donnarumma y Sergio Ramos), les da la posibilidad de triunfar en la Liga de Campeones. Por desgracia, el pateo a los derechos humanos de inmigrantes, mujeres y otros sectores quedará en segundo plano frente al ensordecedor clamor en los estadios de Europa jaleando las virtudes deportivas de estos jugadores cegados por la pasta. Terrible.

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