Por ahora

'Merd des gents' (r. a.)

Domingo, 8 de septiembre 2024, 02:00

Al mando del General Horace Sebastiani el 5 de febrero de 1810, las tropas francesas invadieron Málaga, tras una intensa, osada y sangrienta resistencia que produjo numerosas víctimas -la mayoría civiles sublevados-, entre ellas el Teniente Juan José del Castillo, abuelo de don Antonio Cánovas ... del Castillo. El feroz sometimiento inició su proceso con una noche espantosa de represión y muerte. Dos años largos, hasta el 28 de agosto de 1812, duró una difícil e incómoda situación de obligada convivencia en la que la hostilidad fue ciertamente recíproca, pero el desprecio fluyó, sobre todo de parte de los invasores hacia la población sometida. Dice la leyenda que los galos se referían a los lugareños como «merde des gents» (mierda de gente). Ante la invasión enemiga, como signo de contienda y animadversión, era costumbre de la España de entonces echar al exterior, y sobre los uniformados agresores, la basura y los fluidos (mierda de la gente), -«¡agua va!»-. Ello también pudo ser el objeto de la displicencia verbal de los dominadores.

Publicidad

«Merde des gents» sonó en los oídos de los naturales de la ciudad a algo así como «merdellón». La palabreja no gustó en absoluto, pero se quedó, se le otorgó carta de naturaleza y su uso habitual y aún enraizado se extiende hasta nuestros días, aunque su exacto significado no es fácil de describir ni tiene un sinónimo en español. Otras fuentes estudiosas determinaron que se trató de «merde de chien» (mierda de perro, que los franceses dicen para referirse a una gran suciedad), o «merde de Lyon» que es como parece ser que la caballería gabacha -con aires de superioridad- se refería a los integrantes de la infantería originarios de esa villa en aquellos principios del siglo XIX. En cualquier caso, las tres versiones ofrecen un sonido bastante similar.

Quizá para entender bien de qué hablan cuando tal dicen sus usuarios se puede reparar en cómo los medios describen algunos tumultos o enfrentamientos callejeros con gritos y desplantes, sin pasar a mayores. Esa combinación de lo ruidoso, alegre, hortera y petulante, con un cierto grado de mal gusto bien puede dar medida del estilo, pero no del asunto del que se trata.

Ciertas faltas de respeto y la inoportunidad de no callar cuando hay una celebración o acto público responden muy bien a la descripción. Pero, a veces, la reacción, la excesiva alarma, tildar estas conductas como conspirativas o irse a máximos en la sobreexposición y proponer la «toma de medidas» para evitarlas también tienen un severo toque merdellón. Actualmente se oye poco, seguramente esto que llaman «español estándar», que es sólo la natural evolución del idioma, tiende a suprimir su sonido y su uso.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

Suscríbete durante los 3 primeros meses por 1 €

Publicidad