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La mentira se ha convertido en eje de la campaña. A raíz de la reyerta verbal entre Pedro Sánchez y Núñez Feijóo, el octavo mandamiento ha alcanzado el podio de los pecados. El PSOE ha recogido las faltas a la verdad de Feijóo como un ... argumento fundamental de su ideario. Incluso achacan el perfil bajo/bajísimo de Sánchez en el debate al desconcierto que le provocaron las falsedades de su oponente. El argumento es flojo, pero insisten. En el PP sonríen al tiempo que arengan a los carteros aludiendo al pago futurible de unas horas extras que pudieran quedar pendientes.
No se trata de política de altos vuelos precisamente. La queja infantil de Sánchez no cuadra mucho con lo que el personaje había transmitido hasta el momento. Su actitud es la del niño desconsolado que acude al maestro en mitad del recreo. Albertito me ha pegado. Albertito mintió, dijo medias verdades, que es otra forma de eludir la verdad, y también dio datos ciertos. El lloroso Pedrito hizo un poco de lo mismo, aunque en menor cantidad dicen los analistas que tomaron el termómetro a la retahíla de datos. Una retahíla que deja a los ciudadanos aturdidos y que cada cual barre para su rincón. No convencen a nadie que previamente no esté convencido. Su utilidad, básicamente, es argumentativa. Tan argumentativa como un gancho de derecha, o de izquierda, lanzado a la mandíbula del contrario.
Nada nuevo. En todos los debates hemos visto gráficos trucados, del revés o del derecho, titulares de prensa sacados de contexto, y hemos oído patrañas de todo tipo presentadas como sesudos estudios de importantísimas agencias internacionales. Bombo y platillo. Autobombo, claro. Porque de eso se trata, exactamente como esos escritores o repartidores de hamburguesas a domicilio que se autopromocionan construyendo ladrillo a ladrillo su propio pedestal. Bombos y platillos que, naturalmente, están trucados. Ocurre en cada campaña electoral y en cada mitin. Nada nuevo, decíamos. Lo nuevo en todo caso son estos golpes de pecho, este escandalizarse por la desafección a la verdad estricta como si en vez de unos políticos curtidos y de una ciudadanía madura estuviésemos ante unos meapilas y unos ciudadanos que nacieron a la democracia ayer mismo. Pero no. Vamos para el medio siglo de democracia en España. Y algunos hemos asistido a un zigzagueo más que llamativo para esquivar la verdad o la palabra dada. Desde el sibilino «de entrada no» a la OTAN de Felipe González, a la fraudulenta y cruel búsqueda de armas de destrucción masiva de Aznar. No se trata de justificar la mentira. Es que nos han mentido tanto que ya, tristemente, la damos por supuesta.
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