Memoria democrática de la rata
INTRUSO DEL NORTE ·
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INTRUSO DEL NORTE ·
Pudieron levantar las alfombras y no quisieron, que la operación exigía pureza moralLa rata apareció por allí, por el Parlamento regional. Hace ya unas semanas, claro, y entonces no supimos ver la metáfora, y si la vimos, ... nos la callamos. Abrió los telediarios porque los malditos roedores llegan al ecosistema cuando los reptiles se han ido. Así lo dice el libro de la correcta Biología. La rata era una rata historiada, podría llamarse Milagros o Teodulfa, y ella podría contarnos mejor que los diarios de sesiones aquellos cuarenta años en los que, entre chirimoyas y despachitos, en Andalucía no se ponía el sol.
A la rata Teodulfa o Milagros, la que pasea por la Sevilla de las instituciones sin que ya la atropelle un coche oficial, habría que preguntarle muchas cosas si tuviera uno gana de conocer en qué derivó el café para todos. Quizá nos hablaría tomando un café hirviendo, la rata, del momento cesarísimo en que un partido y una institución se confunde. De aquellos a los que les tocaba la lotería tres veces. De ciertos pueblos, de ciertos clanes: de la endogamia convertida, irónicamente, en motor de cambio. También de quienes pudieron levantar las alfombras y no quisieron, que la operación exigía pureza moral y en Tierra de María Santísima los señoritos de uno y otro jaez se guardan entre todos eso que Irene Montero y sus secuaces llaman la sororidad.
La rata Milagros o Teodulfa se crió entre papel oficial, y vio comparecer al de la chirimoya y al otro, al que tiene 'El halcón maltés' por película de cabecera. La rata sabe de los socavones en la A-92, de todos aquellos médicos que tuvieron que irse a otras latitudes a desayunar guisantes y a desarraigarse. La rata sabe también del atávico olvido del Este, de qué 'se fizo' con el dinero que venía, en gran parte, del sudor de un camarero en esta parte del Paraíso a la que siempre pusieron un palo en la rueda.
Se podría parlar con Milagros o Teodulfa, que debe tener gafas con cadenita, hablar pausado y esa oratoria de quien se ha tirado mucho tiempo en la cosa pública y de primeras ya huele a los covachuelistas y a los aprovechateguis. También nos podría contar la razón de ese odio cerval/institucional a Carlos Cano (a la sazón, quien murió rechazado por su tierra) y miles de historias más de esa Andalucía política que muchos dijeron imparable. La rata Milagros o Teodulfa corre y guarda, en Andalucía, memoria amarga de eso que ahora llaman «memoria democrática» (sic). Ir a buscarla, a la rata, es casi un deber cívico.
Si Milagros o Teodulfa lee esto, que no dude en llamarme. Quizá le espere un libro completo, una serie en Netflix, un premio Nobel y el reconocimiento de muchos andaluces. Queremos saber, claro, que se decía en la Plaza de Mayo de Buenos Aires.
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