Sr. García .

El mejor plan de ayudas es vacunar

Carta del Director ·

Los hechos demuestran que la humanidad camina a ciegas en la lucha contra el Covid-19 y que sólo la vacunación puede lograr la derrota del virus

Manuel Castillo

Málaga

Domingo, 14 de febrero 2021, 01:26

Hemos podido escuchar cientos de veces que el objetivo es que el 70 por ciento de la población esté vacunada en verano. Es un reto que, de cumplirse, significaría que más de 33 millones de españoles y casi seis millones de andaluces estarían vacunados antes ... de julio. Hoy, 14 de febrero, apenas un millón de españoles (170.000 andaluces) han recibido las dos dosis. Bastan estas cifras para calibrar el enorme desafío que significa cumplir el objetivo de la inmunidad y observar la lentitud de la campaña de vacunación, especialmente en comparación con Estados Unidos, Reino Unido o Israel. En Europa vamos a paso de tortuga, enfrentados con la eficacia y sin la determinación de vacunar sí o sí y con la mayor rapidez posible.

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Europa, y con ella España, ha fracasado por el momento en la gestión de adquisición de las vacunas, dando la sensación de falta de autoridad o de persuasión frente a las grandes farmacéuticas. Hay que reconocerlo: otros países han sido o más listos o más rápidos que Europa. Uno se siente como cuando se le cuelan en la cola o, peor aún, como cuando en Eurodisney los que tienen el 'fast pass' entran directamente sin tener que esperar. Y eso es lo que parece que ha pasado, que Europa no ha querido pagar o conseguir su particular 'fast pass'.

Pero no hay que perder el foco de atención. La urgencia de llegar al verano con el 70 por ciento de la población vacunada no es para que podamos irnos de vacaciones, sino porque el mejor plan de reactivación económica posible pasa, precisamente, por la vacunación masiva. No hay, por el momento, ninguna otra alternativa que garantice el éxito.

Porque hay que reconocer que la humanidad camina a oscuras en la lucha contra esta pandemia, dando palos de ciego. Es verdad que no se puede negar la buena voluntad y las buenas intenciones, pero la mayoría de las decisiones se han tomado y se siguen tomando sin muchas certezas y porque se desconoce si hay mejor que hacer. Parece evidente, y en eso tiene razón el juez del País Vasco que ha ordenado la reapertura de los bares y restaurantes, que muchas medidas no difieren mucho de las que se tomaban en la Edad Media frente a las grandes pandemias: encerrarse a cal y canto. Nadie duda de que la mejor forma de evitar los contagios es no salir de casa, pero es una decisión materialmente imposible salvo que se pretenda llevar a cabo un suicidio económico colectivo de consecuencias también desastrosas.

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El juez Luis Ángel Garrido refuerza la idea de la injusta criminalización de la hostelería como si fuese el gran foco de contagios, pero pierde cualquier razón por las formas, precisamente, de pesado de bar después de unas cuantas. Decir que un epidemiólogo «es un médico de cabecera que ha hecho un cursillo» o pregonar a través de su Whatsapp la frase «No más confinamiento» puede que lo catapulte como tertuliano, pero desde luego lo inhabilita como juez. Pero así están las cosas en este país, donde nadie parece tomarse en serio ni su propio cargo. Y va por todos.

Me quedo con la frase de Ana Botín en el Foro de Davos: «La vacunación es hoy la mejor política económica». Y con el apunte que añadió el exministro Jordi Sevilla: «Ayudas directas para evitar más quiebras y despidos forzosos». Es decir, que la vacunación no es sólo una campaña sanitaria, sino la mejor estrategia posible como país para salir de esta terrible crisis.

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Por ello duele, y además enfada, que todos los esfuerzos de este país no estén centrados en esto, en vacunar a toda costa y lo más rápido posible. Aquí, en cambio, estamos enzarzados en el indignante debate político de siempre, con el presidente, con ministros y con un sinfín de políticos en campaña, en mítines, con sus provocaciones habituales y sus estrategias. No se habla de vacunas, sino de si España es o no una democracia plena. Todo delirante si no fuera porque muchas familias están al borde de la desesperación y porque vamos camino de los cien mil muertos.

Claro, que el que tenía que estar al frente de todo esto seguro que pensó:

—Para el coche que me bajo, que quiero ser President de la Generalitat.

Y seguro que alguien le recordaría que estábamos en plena campaña de vacunación:

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—Eso para luego. Ahora, a lo que nos importa a nosotros.

Porque el verdadero triunfo de quienes andan por Cataluña entre cinturones sanitarios, pedradas y promesas que no cumplirán debe ser ganar las elecciones o, al menos, no perderlas. Y lo demás, pues eso, para luego.

No cabe otra que salir a la búsqueda de la sensatez y reclamar vacunas. Más y más vacunas, de día y de noche. Si de verdad este país fuese consciente del drama de muchas familias no habría otro objetivo que centrarse en eso, en vacunar. Y de paso, como recuerda Sevilla, en apoyar con ayudas directas a todos esos autónomos, empresarios y trabajadores que llevan casi un año con el agua al cuello. Aunque no estemos en campaña, que parece lo único que cuenta.

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