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Intruso del norte ·
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Intruso del norte ·
Los 60 niños de Idígoras han burlado a la Santa Compaña, al instante más oscuro. Los mejoresHay luchadores y hay melifluos. Hay gente de bien que va y viene por el mundo aportando lo bueno y lo mejor, y tipos que se vuelven de Granada a Madrid en Falcon con el país en perfecto estado de putrefacción periférica. El mundo -no se me equivoquen- es de los primeros. Porque la humanidad y esto que conocemos como civilización principia con el pan compartido y se hace madura con la Seguridad Social, por mucho que los liberales de apellidos compuestos y camisas sin corbata vengan a promocionarnos las virtudes de una sociedad donde cada cual se las apañe como pueda.
La gente buena y necesaria está aquí. En estas cuatro esquinas cotidianas. Por la ciudad floreada de jazmines pasa Antonio, el apuesto romaní que quiso venderle la Catedral a un yanqui. Y también la señora que vende claveles reventones y tortas de Algarrobo y fía si no hay parné. Sólo hace falta dejar de lado tanto activista de Facebook, tanto 'influencer' postureando con el deshielo del Ártico, para ver la verdad más verdadera: la humanidad avanza, mal, pero avanza.
Un taxista que te perdona un euro, una sonrisa inopinada de una dependienta que pudiera ser novia formal, una broma de un camarero y un viejo amigo que te sube a La Mosca en moto. Y junto a todo eso, Andrés Villena, que nos vino a decir que de Santander hasta Melilla todo es un solarón de buenas familias que se reparten el pastel del mamoneo, las finanzas, las televisiones y los amantes. Moreno Brenes, muestra izquierda con conciencia de Málaga, lo iba corroborando en la Luces más militante.
Los 60 niños de Idígoras han vencido el cansancio, la enfermedad, el instante más oscuro y han completado el Camino de Santiago. Y lo han hecho con la fe de la edad temprana, que llama siempre a la floresta y no al quirófano. Los niños de Oncología han venido a demostrar que el Camino existe, que las reliquias jacobeas quizá sean más santas que lo que dicen las guías de viaje. Los 60 niños que completaron el Camino no se quejaron del dolor, del polvo húmedo de las cunetas del norte. Y se rieron de la Santa Compaña y nos demostraron que todo humano, aparte la edad, tiene un camino, que es el vivir y lo importante.
Los chavales que han burlado a la muerte también nos confirmaron que la mejor lección para andar por la Tierra es el lema apócrifo de la Guardia Civil: «Paso corto, vista larga y mala leche». Y entendamos aquí 'mala leche' por pundonor, por la machada de terminar un Camino largo del que íbamos teniendo noticia por los líricos brochazos de Idígoras en la fraga de Fernández Florez. La literatura es un viaje desde Homero, y la vida es un viaje desde siempre: por eso los 60 niños de Idígoras han cumplido con el requisito de todo aventurero que se precie: sacrificio y fe para dejar atrás todas las sombras. Hoy tocaba hablar de la buena gente porque sí. Porque nos leen y a ellos nos vamos debiendo.
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