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Desde hace tiempo existe en algunos sectores un clima de hostilidad manifiesta hacia los sindicatos, y hay quien no pierde ocasión para despotricar sin piedad contra las malvadas organizaciones sindicales, y ya no les queda tiempo ni ganas para criticar a los defraudadores a la ... Hacienda, los que no dan de alta en la Seguridad Social a sus trabajadores, los que han destrozado las instituciones financieras y empresas que han administrado o algunos gestores que han practicado el clientelismo y la lapidación de recursos públicos. Pueden que sientan nostalgia del Fuero del Trabajo de Franco al imponer la afiliación obligatoria a la Organización Sindical, inspirada en el corporativismo del fascismo italiano y donde se negaba la contraposición capital-trabajo.
Lo anterior no impide que se pueda compartir algunas críticas justas hacia concretas actuaciones en el ámbito sindical, donde, como en todo colectivo, algunos han desprestigiado los valores que deben representar, con horas sindicales mal utilizadas, caraduras que han utilizado su cargo para medrar y conseguir beneficios personales inmerecidos y en casos extremos sinvergüenzas que han cometidos delitos como en su momento los ERE fraudulentos. Siendo lo anterior verdad, ¿podemos descalificar por eso a decenas de miles de afiliados y dirigentes sindicales honrados que dedican mucho tiempo y esfuerzo para defender a sus compañeros de trabajo? No hace falta recordar que cuando se quiere cometer un atropello laboral en una empresa la resistencia por lo general reside en esos hombres y mujeres que al amparo de la libertad sindical dan la cara por sus compañeros, y asumen en algunos casos represalias por ejercer esa noble tarea.
No nos engañemos, sin sindicatos activos la ofensiva neoliberal de desmantelamiento del Estado social que consagra nuestra Constitución sería un verdadero paseo militar. El conflicto capital-trabajo existe, y la cobertura legal de unas condiciones laborales dignas (aunque debilitada en los últimos tiempos) es producto de la lucha del movimiento obrero y sus sindicatos. La limitación de la jornada laboral, el descanso semanal o la prohibición del trabajo de los niños no fueron conquistas gratuitas y costaron sangre y sufrimientos de anónimos sindicalistas. Warren Buffet, una de las personas más ricas de EE UU, en un alarde de sinceridad afirmaba hace algún tiempo que «la lucha de clases sigue existiendo, pero la mía va ganando». Sin sindicatos no habría resistencia, solo rendición incondicional.
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