Martín Carpena, Cariñanos, Luis Portero

Es el trágala de un Sánchez que somete a la sociedad española superando todo lo imaginable. Este hombre, que cada vez que sale a la calle recibe masivas muestras de rechazo desde el primer día, que incumple sistemáticamente todos sus compromisos -desde la ley de amnistía o el concierto catalán hasta los aranceles a los coches eléctricos chinos-, es moralmente deficiente hasta la inanidad. Gobernante sin más escrúpulos que los de su propio narcisismo y ridícula coquetería, así como su inmenso egoísmo personal. Todavía no sabemos hasta dónde llegan sus relaciones marroquíes o su implicación en muchas y variopintas acciones que tanto se aplican los suyos en tapar: «No hay nada...».

Durante más de 50 años ETA asesinó, extorsionó y aterrorizó todo lo que pudo. Mil asesinatos, bombas, secuestros interminables, zulos con armas, impuesto 'revolucionario' y conducta mafiosa y criminal. Su 'lucha armada' sólo causó asco y dolor y su recuerdo siempre será el peor de los posibles. Hoy Sánchez pacta con el partido que engrosan muchos miembros de la banda. Hoy el Gobierno permite y alienta que la mal llamada 'ley mordaza', la ley de seguridad ciudadana, sea objeto de modificación con el concurso de Bildu y que los abertzales presenten públicamente su compartido proyecto. Que los herederos de ETA, los creadores de la kale borroka, sean los socios esenciales -preferentes- para legislar esta materia en España, es realmente miserable. ¿Se nos puede someter más, hasta dónde llega el desprecio por las víctimas? Se juramentaba Sánchez en un debate electoral: «Con Bildu no vamos a pactar, ¿quiere que lo diga una, dos, cinco veces? No es no y nunca es nunca». Sus palabras son y serán inolvidables. No cambió de opinión, faltó a la palabra dada, a lo expresamente comprometido. El eco resonará en la crónica y la historia, la estafa política y social de la apostasía moral que significan sus acciones es imborrable y el hartazgo fluye y se expande. Nadie llega más allá del final.