Pollini y la princesa
Nos construimos con la vida de los otros, pero eso no nos faculta para apropiarnos de su privacidad
Marta San Miguel
Lunes, 25 de marzo 2024, 00:04
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Marta San Miguel
Lunes, 25 de marzo 2024, 00:04
La noticia de la muerte de Maurizio Pollini apareció en la pantalla entre el atentado en Moscú, el novio de Ayuso o la situación del tráfico a las puertas de las vacaciones. A pesar de la frialdad con que ordenamos la actualidad en los periódicos, ... el estupor que sentí al leer el titular fue como si hubiera fallecido alguien conocido. Y no. A Maurizio Pollini, pianista italiano de 82 años, no le conocía. Llevo veinte años escuchando sus discos y debiéndole buena parte de lo que he escrito desde entonces, pero no le he entrevistado, nunca hablé con él y tampoco llegué a verlo tocar en directo. Sin embargo, cuando leí la noticia, quiso asomar una lágrima por un profundo afecto familiar. ¿Qué es un desconocido, entonces? ¿Y para qué nos faculta ese vínculo que establecemos con quienes admiramos o seguimos?
La empatía es una de las cualidades más humanas que tenemos, hasta el punto de que somos capaces de sentir entre las costillas y debajo de nuestros párpados lo que les pasa a personas que no conocemos. Nos construimos también con la vida de los otros. Es una cualidad bellísima que nos proporcionan las emociones, pero ese vínculo también es una ilusión de la que se nutren las publicaciones del corazón, las redes sociales o las conversaciones sin ánimo de lucro en una cafetería. Por eso, ante las toneladas de palabras y conjeturas que se han vertido sobre Kate Middleton, deberíamos revisar la apropiación que hacemos de las vidas ajenas. Al ver el vídeo con la familiaridad con la que nos asomamos a su imagen pública, uno siente que está escuchando a una conocida hablándole de un diagnóstico, un tratamiento y los siguientes pasos que va a ir dando para enfrentar la enfermedad. Sin embargo, lo que tenemos delante en realidad es a una madre empeñada en sobrevivir al cáncer y no dejar tres niños huérfanos.
Estos días se hablará más de Kate Middleton que de Maurizio Pollini, qué duda cabe. Si acaso el pianista será protagonista de elogiosas necrológicas y habrá homenajes al personaje público que fue. Pero en lo privado, ¿qué le debemos? Yo algunos capítulos de mi novela y muchos artículos que escribí en El Diario Montañés, donde trabajaba, porque los redacté escuchando sus cinco conciertos para piano de Beethoven. Cuando no sabía cómo arrancar un texto o titular un reportaje, me ponía los auriculares, escuchaba las notas con las que Beethoven construyó sus imperios y empezaba a teclear de la mano de Pollini. En cambio, no tengo claro que detrás de todo lo que se escribe sobre la princesa haya música. Aunque la sientan suya en lo público, eso no nos faculta a nada más: simplemente es una madre que necesita descansar. Y en privado.
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