Probablemente, a estas alturas de la semana usted ya esté al tanto del revuelo que ha generado la publicidad de una fiesta en un club ... de Torremolinos que, en su política de admisión de la clientela, ha puesto las líneas rojas -el «reglamento», dicen- por las que no está dispuesto a pasar en el interior de su local: «No peleas. No drogas. No chanclas. No maricones». Sí, han leído bien. No maricones.
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Supongo que los dueños del local serían conscientes de que algo así iba a generar una enorme polémica, así que también supongo que tendrán que asumir, pese a las amenazas que en los últimos días han recibido todos aquellos que han denunciado esta barbaridad, que se hable y se escriba sobre ellos. En primer lugar, llama la atención que este club, llamado Casa Fátima, esté ubicado en Torremolinos, un municipio que por fortuna es una referencia nacional e internacional entre la comunidad gay. Vaya, entre los maricones, como dirían ellos.
En segundo lugar, hay otros matices en la naturaleza de ese establecimiento (o lo que quiera que sea) que llaman mucho la atención. Es un club privado. Vale. El derecho de admisión -que no de discriminación por razón de una orientación sexual, por ejemplo- está regulado y permitido. Vale. Pero hay más: es un club marroquí. Vaya. Es aquí donde entramos en otro debate, porque, si hay que jugar, todos podemos hacerlo. Veamos: ¿Imaginan qué hubiera pasado si un día un establecimiento similar -privado, con su política de admisión y todas esas cosillas- se descuelga en su publicidad diciendo 'No peleas. No drogas. No chanclas. No moros'? La tendríamos liada, ¿verdad? ¿Imaginan que asumimos que, además de homófobos, son unos machistas por el simple hecho de que son marroquíes y porque damos por hecho que los tópicos, con ellos, también funcionan? Nos tacharían de racistas, ¿verdad?
La homofobia es igual de intolerable que el racismo, pero aún peor es insistir y tratar de explicar actitudes que, por fortuna, a este lado empiezan a estar superadas y, además, van en contra de las normas más elementales de la convivencia que probablemente ellos exijan cada vez que intuyen un poco el racismo. No seas racista conmigo, pero déjame que yo sea homófobo contigo. Todo en orden. Porque lejos de echarse atrás o pedir disculpas, los dueños de este club siguen insistiendo en que no quieren «enfermedades ni gente mala». La cita es literal y la ha recibido en sus redes la alcaldesa de Torremolinos, Margarita del Cid, a quien acusan de estar apoyando con sus políticas inclusivas y diversas, a «maricones, transexuales y enfermos». Ni más, ni menos. Así que, llegados a este punto, tendríamos que plantearnos si es suficiente con que la fiesta en este club privado se prohíba; pero, sobre todo, si esas actitudes lo que realmente dejan ver es que los «enfermos» no son los maricones, sino ellos.
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