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Allá por 1995 las elecciones municipales en Málaga capital atrajeron la atención de media España en lo que se llamó la «batalla por Málaga». Entonces, tres pesos pesados de la política –el comunista Antonio Romero, el socialista Eduardo Martín Toval y la popular Celia Villalobos– ... pugnaron por la Alcaldía de la ciudad. El pulso terminó, en una extraña carambola, con Villalobos como nueva regidora porque ni Izquierda Unida ni el PSOE lograron ponerse de acuerdo a pesar de sumar la mayoría suficiente para gobernar. Ese año acabó la etapa socialista y comenzó el dominio de la derecha, que dura ya 28 años. La que se conocía como 'Málaga, la roja' se tiñó de azul.
Casi tres décadas después no sabemos si la campaña electoral se solventará con una batalla o simplemente una escaramuza. Paco de la Torre parece contar con datos que le dan una victoria holgada para el que sería su séptimo mandato en la Casona del Parque, pero tanto Dani Pérez (PSOE) como Toni Morillas (Con Málaga, la confluencia de izquierdas) están dispuestos a creerse la victoria y a luchar hasta el último voto para provocar el cambio. Entusiasmo no les falta. Se percibe cierto triunfalismo entre los populares, pero si tenemos en cuenta los resultados de las dos últimas elecciones, tras las que De la Torre necesitó a Ciudadanos para poder gobernar, deberían mantener cierta cautela. Porque en esto de las elecciones es fácil dejarse deslumbrar o despistar por un entorno más o menos pequeño.
Lo que está claro es que el PSOE considera Málaga una plaza estratégica, hasta el punto de que el presidente Pedro Sánchez y un elenco de ministros ha viajado y prevé viajar a la ciudad para expresar su apoyo a Dani Pérez, cuya candidatura lleva, le guste o no, el sello del 'sanchismo'. El 28M sabremos si fue o no una medida acertada y si, en plena crispación, ambiente que suele perjudicar a quien gobierna, Sánchez suma o resta, pregunta que no me atrevo a responder.
Que Pedro Sánchez, Yolanda Díaz y Alberto Núñez Feijóo estén involucrados en la carrera electoral malagueña demuestra, por un lado, la condición de plaza estratégica de la ciudad y, por otro, que los resultados aquí pueden servir como termómetro para los comicios generales, ya en el horizonte más próximo. Pero, volviendo al plano local, el 28M no sólo va a decidir quién gobernará Málaga los próximos años, sino qué modelo de ciudad quieren los malagueños. Porque donde sí hay una dura batalla es en el relato de ese modelo, cargado de frases y mensajes que, en muchos casos, han calado en el imaginario colectivo.
Resulta curioso, tras conversar con los candidatos a la Alcaldía, que todos aspiren a una ciudad más habitable, más sostenible, más social, más verde, con un turismo de mayor calidad, más empleo, con más facilidades para acceder a una vivienda y mejores salarios. Después de estas generalidades a las que nadie, por sentido común, se puede oponer, se profundiza bastante poco y apenas se analiza cómo alcanzar esos objetivos.
La realidad es que un sector de la ciudad –no sabemos si mayoritario o no– ha comprado y asumido ideas contundentes sobre el modelo de la ciudad: el centro histórico se ha convertido en un parque temático, la ciudad ha expulsado a los malagueños en favor de nuevos residentes y turistas, las viviendas turísticas son las culpables del encarecimiento de la vivienda y los barrios están abandonados y sucios. No cabe duda de que a la hora de analizar estas afirmaciones hay una gama de grises enorme, pero los partidos pretenden maximizarlas y llevarlas a la dicotomía de blanco o negro.
De hecho, es llamativa la afirmación de Noelia Losada (Ciudadanos), que reconoce que se sitúa «entre los que ven que todo está mal y es un desastre y los que nos llevan a morir de éxito». Por eso el domingo 28 también podremos salir de muchas dudas y se podrá comprobar el nivel de respaldo que tiene Paco de la Torre en el modelo de ciudad desarrollado en los últimos años y si se sigue por el mismo camino o se opta por una gestión alternativa.
Quizá el votante sí sea capaz de ver la gama de grises en todos esos mantras y orientar en las urnas las estrategias de la ciudad. De hecho, el pulso ciudadano ya ha introducido algunos asuntos que son transversales en la campaña: una política de vivienda después de años y años de desidia por parte de las administraciones públicas, un turismo de calidad que aporte más ingresos y que evite la masificación y un empleo con mejores condiciones. Claro que, como siempre, preferimos quedarnos en la superficie de los debates y rehuir un análisis más profundo en el que se hallen, de verdad, las soluciones.
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