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La Semana Santa del siglo XXI: a favor o en contra
Carta del director

La Semana Santa del siglo XXI: a favor o en contra

La transformación en los últimos 20 años del mundo cofrade ha traído cambios profundos hasta convertirse en una expresión religiosa y popular que en poco se parece a la del siglo pasado, y eso no tiene por qué ser malo

Manolo Castillo

Málaga

Domingo, 13 de abril 2025, 00:34

Si comparásemos cómo era la Semana Santa de los años 80 y la de ahora encontraríamos una multitud de diferencias más allá de la estética, diferencias que se centrarían, sobre todo, en la forma de vivir en la calle esta semana de Pasión. Salvo en las imágenes de los sagrados titulares, ya nada o casi nada es como antes. Y eso, al contrario de lo que pueda parecer, no es malo. Igual ocurrió con la calle Larios y nadie siente nostalgia de aquellos años con coches circulando y aparcando frente a Casa Mira.

La Semana Santa de Málaga del siglo XXI ha ganado en su patrimonio, en religiosidad, en solemnidad y en organización, no sólo en los desfiles sino durante todo el año. La propia gestión de las hermandades, salvo algún caso, ha evolucionado para mejor. Pero, como cualquier avance tiene doble cara, es justo reconocer que se ha perdido gran parte de la identidad popular, de la cercanía, del barrio y, sobre todo, de esa sensación de que el verdadero recorrido es el de la gente, la calle y la bulla. Y no tanto el de las sillas y las balconeras. Quizá por ello los traslados se han convertido casi en otra Semana Santa. No sólo porque los malagueños tienen ganas de tronos, sino porque también quieren vivir esta otra forma de sentir esta semana. Sin tanta opulencia ni exaltación de la riqueza y más cercanía, con la fraternidad que se genera entre un Cristo sobre las andas y cientos de personas arremolinadas, sin vallas, ni pasos ni vigilantes. Esa puede ser una de las razones por las que esos traslados y los de vuelta atraen cada vez a más personas, cofrades o no.

Esta evolución de la Semana Santa de Málaga empezó desde mi punto de vista en la época de Jesús Castellanos, un personaje querido y respetado que comenzó a promover lo que podemos denominar la 'sevillanización' de los desfiles, más allá del poso teológico que también defendía. Venía a ser –resumido por un malagueño que no es experto– todo aquello de los tronos más pequeños, de las entradas a la Catedral, de las velas rizadas, de los ensayos, de los palermos, de la casi desaparición de los pulsos y los cruces y de una multitud de detalles que se han ido incorporando a nuestra Semana Santa y que muchos consideran que han llegado para mejorarla. Sea como fuere, hoy los desfiles procesionales son un auténtico espectáculo al que hay pocos peros que ponerle. Han mejorado los tronos, los nazarenos, las bandas de música, el patrimonio, el recorrido oficial y, lo reitero, la seriedad en la producción al detalle de esta ceremonia que convierte la ciudad en el gran escenario de la mayor representación dramática que se conozca de la pasión, muerte y resurrección de Cristo. Ni Hollywood sería capaz de hacer algo igual. Y es justo reconocer el esfuerzo que significó para consolidar el nuevo recorrido por la anterior Junta de Gobierno de la Agrupación de Cofradías. Y aquello se hizo por imperativo legal por la falta de seguridad, que hacía imposible mantener el antiguo. Y de paso se mejoraron las condiciones y se acabó con algunos chiringuitos de realquiler de sillas, que todo hay que decirlo.Es verdad que hubo que hacer cambios y adaptaciones, pero al final se hizo lo mejor que se podía hacer. Aquel cambio era necesario y se hizo. Sin embargo, fue la excusa por un exceso de celo del Ayuntamiento de Málaga para plantar vallas, cierres y controles que hicieron lo peor que se puede hacer: alejar a la gente y dar la impresión de que la Semana Santa es sólo para unos elegidos y privilegiados. Y eso es un error que cometen muchos de los que tienen en sus manos responsabilidades en la Semana Santa: ignorar a miles y miles de personas que son las que, de verdad, dan sentido a esta manifestación popular.Este año, por ejemplo, saltará la polémica por la indignación que ha originado los cambios en los controles de acceso a las sillas del recorrido oficial. Y todo por ese afán de controlar todo al extremo, olvidándose de que asistir a las sillas es para muchas familias un ritual y una tradición. Y no pasa nada si hay que achucharse para ver a la Esperanza, porque donde caben cuatro caben seis. Esa es la esencia de las sillas que parece despreciarse. Ojo, porque despegarse de la gente es el principal error que se puede cometer. Es como si a algún iluminado se le ocurriera proponer una procesión de Mena sin La Legión o la Expiración sin la Guardia Civil. Nada más absurdo e incomprensible. La verdadera esencia de una cofradía, entiendo, es velar por los sagrados titulares y garantizar que los devotos y creyentes estén cerca y puedan expresar su fe, más allá de convertir una procesión, con sus salidas y encierros, en un desfile exclusivo sólo para unos pocos. Que nadie olvide que la Semana Santa de Málaga no es nada sin su gente.

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