La gran duda sobre Pedro Sánchez es saber si su actitud se debe a que está en una permanente huida hacia adelante o que, simplemente, su modelo de gobernar se basa en adentrarse permanentemente en terrenos inexplorados aunque para ello haya que traspasar cualquier límite. ... Es verdad, o al menos esa es la sensación, que no le intimida saltarse líneas rojas para dibujar un espacio en el que no hay reglas ni obstáculos. De otra forma es difícil entender la situación en la que se encuentra este país, centrado obsesivamente en las guerras de tronos e ignorando los verdaderos problemas de la ciudadanía. Mucha gente está ya muy cansada y opta por la retirada, por dejar de informarse, por ignorar la política y por centrarse en lo suyo. Eso, que hoy puede parecer neutro, tendrá sin duda sus consecuencias a medio plazo. La desafección de la ciudadanía respecto a la gestión política deja campo abierto a atropellos y abusos.
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Porque lo grave no es plantearse o llevar a cabo iniciativas como la amnistía, los indultos, los pactos con los independentistas o asumir como negociación el chantaje de Puigdemont, porque a corto plazo posiblemente no pasará nada. Lo grave serán las consecuencias que a medio plazo tendrán en el sistema de convivencia, en las instituciones, en el modelo de país. Porque un país sin instituciones fuertes, sin separación de poderes y sin un cuerpo normativo consistente, en este caso la Constitución, tiende a desmoronarse.
Es verdad que hay que asumir que los tiempos cambian y que la mayoría de los políticos que nos gobiernan hoy están dispuestos a darle la vuelta a España como un calcetín, quizá porque no tienen arraigados valores y principios que inspiraron el actual escenario de convivencia. El temor surge cuando ese supuesto arrojo no tiene consistencia aparente y transmite un permanente estado de improvisación, de concebir la gestión del Estado como la solución de problemas conforme vayan surgiendo.
Porque alguien puede pensar que el problema del independentismo catalán se ha reducido pero nadie se adentra de verdad en la realidad catalana para comprobar si efectivamente la libertad del no independentista está hoy más o menos comprometida. Desde aquí se tiene la impresión de que el independentismo se está rearmando y se está empezando a creer que con el actual Gobierno, con Pedro Sánchez, todo es posible. Y que su plan independentista no es un delirio sino una opción real.
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Y lo peor es cuando desde el Gobierno se trata de convencer a la ciudadanía de que lo blanco es negro con imaginativos eufemismos. Si hay algo evidente es que Sánchez y sus ministros gobiernan a golpe de titulares, conscientes de que lo importante no es ser sino parecer.
Y en esta situación desconocemos a dónde nos llevará todo este proceso que tiene al PSOE y a Pedro Sánchez en un laberinto. La vieja guardia se está rebelando contra el proyecto de la ley de amnistía porque lo considera una línea roja inasumible. Esta fractura generacional de los socialistas se ha escenificado con la expulsión del histórico Nicolás Redondo precisamente por criticar a Sánchez, más que al PSOE.
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Este pulso interno tiene un desenlace aún desconocido, pero lo cierto es que la guardia pretoriana de Pedro Sánchez se exhibe cada vez más como un grupo de resistencia capaz de todo. Nunca más que ahora el fin justifica los medios.
Resulta triste que en España los dos grandes partidos sean incapaces de alcanzar acuerdos en los momentos más delicados de nuestra historia. No pasaría nada por abrir el debate del modelo territorial y de la propia Constitución para plantear un nuevo escenario de convivencia, pero resulta inaceptable que, por la ambición personal y partidista, Sánchez y el propio PSOE sean capaces de hacer saltar todas las costuras constitucionales. Cuando se trata de las estructuras fundamentales del Estado es muy peligroso abrir nuevos caminos sin tener la certeza de saber a dónde se quiere ir.
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En estos tiempos, más que nunca, este país necesitaría que los dos grandes partidos tuvieran sentido de Estado y, sobre todo, capacidad para llegar a acuerdos y pactos. Pero no, hoy por hoy el PSOE está en manos de la ambición desbocada y el PP anda perdido sin saber muy bien qué quiere, a dónde quiere llegar y cómo lo va a conseguir.
Y lo peor es que, tal y como están las cosas, nadie sabe qué será de este país en los próximos meses. Ni para bien ni para mal.
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