No aporto nada nuevo si digo que el fútbol de hoy trasciende al deporte y a la propia competición para convertirse en uno de los estímulos colectivos e identitarios de nuestro tiempo. La comunión de miles de aficionados y de territorios con unos colores sólo ... se puede entender como esa forma apasionada de sentirse partícipe de un objetivo común, de una tribu. Y así se vive también en las gradas de La Rosaleda la marcha del Málaga Club de Fútbol en su calvario por la Primera Federación y en el deseo de volver al fútbol profesional y a la Segunda División. Un apoyo incondicional y diría que inédito en los partidos de esta categoría.
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El fútbol malaguista cumple este año su 120º aniversario, una trayectoria más que centenaria plagada de alegrías y sinsabores y casi siempre con más problemas en los despachos que en el terreno de juego. Y ahora, en esta celebración, se confirma esa paradoja, aunque esta vez enredado en una maraña judicial que, sin duda, afecta en lo deportivo desde hace unos cuantos años. Los que vivimos esta época tocamos la gloria de la Champions hasta el robo de Dortmund y ahora acompañamos al equipo en esa penosa travesía por lo que antaño fue la tercera división. Los más veteranos también recordamos la desaparición del C. D. Málaga y las artes malabares de los directivos en las sucesivas fases de ascenso, por llamarlo de algún modo, para volver a la élite. En fin, un equipo histórico, con apellidos también históricos como los de Bazán, Viberti, Juanito, Esteban o Isco, que hoy sueña con salir del pozo y volver a estar donde se merece como club y como ciudad.
La marcha del equipo durante la actual temporada ha sido bastante irregular y por debajo de lo esperado. Diría que está donde está hoy, a las puertas de las eliminatorias para el ascenso, gracias al empuje de la afición —también a su propio pedigrí—, que partido tras partido ha respaldado a los jugadores, tanto en La Rosaleda como en los partidos fuera de casa. Esa energía y ese compromiso ha evitado que el equipo se desinflara antes de llegar al final.
Ahora, cuando ya nada de lo ocurrido hasta ahora tiene importancia, sólo cabe conjurarse para conseguir el objetivo: subir a Segunda División. Empezamos de cero y nos la jugamos en un par de eliminatorias en las que serán los detalles y la experiencia los que inclinen la balanza.
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Todos a una, podríamos decir. Decenas de miles de malaguistas estarán detrás para insuflar valor y ánimo para no rendirse y para convertir La Rosaleda en un campo inexpugnable, en un fortín de ilusiones, más que de buen fútbol. Todas esas voces que animarán desde la grada recordarán a los jugadores la importancia del compromiso y la trascendencia de aparcar, aunque sea por unas semanas, los errores, los problemas e, incluso, las frustraciones. No cabe otra.
Es verdad que el Málaga C. F. se encuentra en un laberinto judicial del que le costará aún muchos meses, si no años, salir. Es verdad que la forma de actuar caprichosa, infantil y soberbia de Al Thani y sus hijos impide cualquier planteamiento de futuro, sin olvidar los advenedizos de Blue Bay, que aguardan a ver si pueden sacar tajada de todo esto. Es cierto también que la jueza y el administrador judicial están para lo que están: garantizar la viabilidad económica de la sociedad y por eso la cuenta de resultados está en sus prioridades muy por encima de los resultados deportivos. Es así.
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Todo ello no es precisamente lo mejor para el club, pero es con la realidad que hay que convivir, al menos durante los próximos años.
El ascenso sería el primer peldaño de una escalera ilusionante para construir el nuevo club que merece Málaga, despojado del lastre de los actuales propietarios —Al Thani y Blue Bay— y con un estructura profesional y ambiciosa que permita soñar con la vuelta a Primera División.
Y si no fuese posible en estas eliminatorias, ya llegará el momento de hacer cambios y de replantear un nuevo asalto, porque si hay algo evidente es que de este socavón sólo se puede salir con perseverancia, diría que siendo muy testarudos, y con confianza en las personas que llevan la dirección general y la deportiva.
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Muy pocos equipos en la situación del Málaga C. F. tienen tanto respaldo social e institucional, ni tampoco una afición y una ciudad con tanta paciencia y generosidad. Por eso lo del Málaga C. F. no es cosa de unos pocos sino de todos. Es esa aspiración colectiva que se puede convertir en la energía que lleve en volandas a unos jugadores que, lejos de sentirse presionados, perciban que en la grada hay aliados. Ojalá sea así. Y ojalá esta fase de ascenso sea el principio de este nuevo Málaga y la continuidad del malaguismo de siempre.
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