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Interuniversity Microelectronics Centre (IMEC) es un centro sin ánimo de lucro ubicado en Lovaina (Bélgica) y dedicado a la investigación y fabricación de semiconductores, esas ... pequeñísimas piezas con circuitos integrados que realizan funciones en todos los dispositivos electrónicos que rodean nuestra vida, desde los coches o los teléfonos hasta las lavadoras. Si hace décadas sabíamos que el petróleo movía el mundo, hoy podemos decir que el planeta se paralizaría completamente sin estos chips. El proceso de diseño y construcción de esta nanotecnología es complejísimo y el IMEC es hoy por hoy líder mundial. Además, por cuestiones geopolíticas, Europa se dio cuenta, tras la pandemia y por los últimos conflictos bélicos, de la necesidad de ampliar el porcentaje de autoabastecimiento de estos semiconductores, que se había reducido en los últimos años por la tradicional indolencia del Viejo Continente. Por todo ello, Europa inyectará muchos miles de millones de euros para favorecer el desarrollo de esta industria y gran parte de estos fondos vendrán a España.
Málaga ha tenido la extraordinaria suerte de convertirse en la futura y primera sede de un centro de investigación del IMEC fuera de Lovaina, un proyecto que según los expertos convertirá la ciudad en un polo de atracción mundial —no es una exageración— de numerosas empresas implicadas directa o indirectamente en el diseño de estos semiconductores. Hay quien dice que la puesta en marcha de este centro, que contará con varios cientos de profesionales cualificados en ingeniería, química, física o matemáticas y tendrá una inversión de más de 600 millones, revolucionará todo el ecosistema tecnológico y dinamizará la economía de la provincia.
Los motivos reales por los que el IMEC eligió Málaga como sede de su primer centro externo sólo los conocen ellos, pero hay varios detalles que hacen de este éxito colectivo un caso muy especial y curioso. Lo primero que llama la atención es que, diría que por primera vez, todas las administraciones públicas hicieron un frente común y colaboraron para que saliese adelante. Desde la Universidad de Málaga hasta el Instituto Ricardo Valle (Innova), el Ayuntamiento de Málaga, la Junta de Andalucía y el Gobierno de España, algo que demuestra la importancia de la colaboración y la lealtad institucional que tanto se echa en falta para multitud de proyectos. Qué pena, y qué rabia, que esas mismas administraciones no tengan la misma actitud en otras iniciativas e, incluso, en materias tan importantes como la salud o la educación. Todos los políticos, desde el alcalde De la Torre hasta la consejera Carolina España; el presidente de la Junta, Juanma Moreno, y el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, entre otros, han sabido colaborar, algo que no es, como digo, habitual.
Llama la atención una serie de casualidades que, como si de un efecto mariposa se tratara, facilitaron que IMEC llegara a Málaga. La primera de ellas fue el fichaje del ingeniero argentino Mario Nemirovsky para el centro Innova, que curiosamente conocía y era amigo del CTO del IMEC, Ilan Spillinger. Tanto fue así que cuando decidió dejar Silicon Valley (San Francisco) para venirse a Málaga le llamó para comentarle su decisión y, ahí otra curiosidad, le adelantó el interés futuro del IMEC de abrir un centro de investigación en Europa. Nemirovsky le preguntó si podría ser Málaga la sede y su colega le respondió: «Podría ser, si se dan las circunstancias».
En ese momento comenzó la labor de divulgación y evangelización de la importancia de ser sede del IMEC, sobre todo porque casi nadie conocía realmente su trascendencia. Se fueron sumando personas e instituciones a la causa, como el director del PTA (Málaga TechPark), Felipe Romera, y del Innova, Ezequiel Navarro, que por entonces estaban intentado poner en marcha un proyecto, luego fallido, de fabricación de chips en Málaga. Más tarde se unieron el alcalde Paco de la Torre y el vicerrector de la UMA, Francisco Javier López, clave para aunar todos los departamentos de investigación de microelectrónica en una misma cátedra, que luego dio lugar al Master de Microelectrónica. La apuesta de Málaga como posible sede tomó forma y se fue consolidando como una alternativa fiable para los ejecutivos de Lovaina.
Y fue precisamente en una de las visitas al centro belga cuando esa energía se vio reforzada por otra casualidad. Nemerovsky viajó a Lovaina para entrevistarse con el CEO y el CTO del IMEC y se topó sin esperarlo con un malagueño que trabaja allí, Helio Fernández. Una reunión ineludible del CEO durante la visita facilitó que Fernández atendiera a los malagueños y pudiera conocer e involucrarse en el proyecto desde el propio corazón del IMEC. En ese encuentro entre ambos se dieron cuenta de que Mario, que se había mudado recientemente a su nueva vivienda, era, curiosamente, vecino puerta con puerta de la tía de Helio en los pisos de Cantó, donde se crió. Lo que no dejaba de ser una simple anécdota se sumaba a una larga lista de casualidades y conexiones que demuestran cómo en muchas ocasiones la voluntad, el empeño, la colaboración y las relaciones personales son intangibles con mucho más valor que miles de millones, precisamente lo que en su día, para disgusto del alcalde De la Torre, faltó para que Málaga pudiera ser sede de la Agencia Europea del Medicamento.
Y esa fuerza colectiva es la que hay que buscar y generar para que Málaga pueda conseguir retos que ahora parecen inalcanzables. Que esta aventura haya conseguido poner a todo el mundo de acuerdo evidencia que, pese a todo lo que podamos pensar y temer, no todo está perdido en estos tiempos de confrontación. Ojalá cunda el ejemplo.
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