Males y fracasos por agosto
INTRUSO DEL NORTE ·
Tratar la depresión, buscar la felicidad debe ser una cuestión de Estado. De desvelo en los investigadoresSecciones
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INTRUSO DEL NORTE ·
Tratar la depresión, buscar la felicidad debe ser una cuestión de Estado. De desvelo en los investigadoresLos pantanos. Hay un runrún de no sé qué de una moda europea para liberar los ríos, como si los ríos fueran visones y como ... si el embalse como tal fuera, al menos aquí en España, una reliquia del cuarentañismo de Franco. Al intruso lo llevan a una presa gigantesca y se acuerda de aquellos baños en El Chorro, de aquellos atardeceres en El Chorro. Un bello mar interior que, al menos, los malagueños sí sabemos disfrutar. La España sin pantanos sería más erial si cabe, pero darle ideología a frenar el agua y a controlar las avenidas del clima mediterráneo parece otra modita populista.
Los Juegos Olímpicos. No se van los mejores juegos de la historia, que quizá fueran los de Barcelona. Acaban unos JJ OO vacíos, con las modas virales en todas las disciplinas y el espíritu olímpico moldeado -puede que a peor- por lo políticamente correcto. Sin los 'gasoles', las próximas citas andarán descafeinadas y es que, en los de Tokio, parece certificarse el fin del ciclo glorioso que empezó en la ciudad condal y tuvo su cénit en el gol de Iniesta. De todo se aprende, pero mejor recuperarse de la pandemia con la alegría de los deportes. Menos chiringuitos del politiqueo y más polideportivos públicos, que no salen tan caros y está visto que luego rentan.
El terral. El terral llega y se esquiva sólo en diversos lugares. Acaso donde lo del Foëhn no consigue su efecto: quizá en las alturas de Venta Galwey y en determinadas zonas de la Axarquía. El terral seca los ojos y vuelve a sumergirnos en el debate de si pingüinito sí, de si pingüinito no. El año, el último año antes de la pandemia, recuerdo que Pedregalejo entero aplaudió cuando cambió por fin el viento y del horno se pasó al escalofrío. El terral es acaso el precio más alto a pagar por habitar en el paraíso. Y no se le extraña ni cuando la casa encendida en enero tiene nostalgia de soles.
Leo en este periódico que las autolesiones y las consultas en Salud Mental son ya algo habitual, una realidad que habría que ahondar desde la medicina a la sociología. Es una constante de los nuevos tiempos, agravada -cómo no- por esta distopía que no ha traído nada bueno: desde cierta interiorización poco metafísica sobre la levedad del vivir a un miedo no verbalizado a tomar las calles o, si me apuran, a interactuar con el otro.
Antes de la pandemia, el doctor Martínez Manjarrés organizó en Toledo un congreso sobre salud mental infanto-juvenil que luego dio lugar a un libro fundamental. Tratar la depresión en los jóvenes -y en los de mi edad- debe ser cuestión de Estado y de investigación profunda. Lo ruego, como lo rogaban los padres fundadores de USA: la felicidad como principio de toda acción del gobernante.
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