Hace unos días cambié de ruta en el paseo matutino con Nori... Bueno, en realidad estaba buscando la sucursal de una empresa de mensajería donde le habían dejado un paquete a mi señora. Y así fue como, llevado por el rastreo del caniche en busca ... del envío perdido, me topé con una estampa llamativa que no me esperaba.
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En primer término aparecieron las cúpulas del cementerio histórico de San Miguel, donde están enterrados los más ilustres personajes de la burguesía malagueña del siglo XIX. Sobre estas, al fondo, asomaban las nuevas torres de Martiricos, todavía armadas de grúas porque se siguen construyendo. Aquella imagen me llamó la atención y le hice una foto mala con el móvil. Y aunque estaba pixelada, la subí a Instagram (sí, también gasto de eso, aunque lo uso bastante poco) como una mera descripción aséptica de la perspectiva que acababa de descubrir.
Ni que decir tiene que todos los comentarios fueron negativos, pero eso era lo que cabía esperar y no me sorprendió lo más mínimo. Hasta que alguien me preguntó mi opinión, y este artículo viene a ser una versión extendida de aquella breve respuesta. Como no estoy aquí para seguir la corriente ni para caer bien, les diré que sí, que a mí sí me gustó aquello que vi, y me evocó algunas cosas. La primera, me pareció que la Málaga del siglo XIX, que es el periodo más glorioso que hemos tenido, se daba la mano con la de este principio del XXI, sobre el que los libros de Historia juzgarán si ha estado al nivel de aquella época, incluso si la ha superado en desarrollo económico y social.
En su momento, la construcción de la calle Larios, la Alameda Principal, el Paseo del Parque, el Puerto, las mansiones del Limonar, Pries y Sancha, los Baños del Carmen y otros; pero también las fábricas y el surgimiento de los barrios obreros, fueron una revolución urbana que tuvieron daños colaterales y detractores.
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En esta Málaga de las infraestructuras (Aeropuerto, Puerto, AVE, carreteras), de los grandes cruceros, de Google y de los nómadas digitales, el símbolo son las torres, y es normal que a muchos les generen un impacto visual excesivo y un rechazo. Por mi parte, sólo les diré que si la proyectada en el dique de Levante del Puerto, las de Martiricos, Repsol y Torre del Río no me gustan por algo, es porque son demasiado bajas... Incluso diría que la ciudad y sus gestores están instalados en una especie de canguelo frente al desarrollo urbanístico moderno, algo que habría sido intolerable para los visionarios que hoy contemplan el paso de los siglos desde sus tumbas monumentales de San Miguel.
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