Por ahora

Málaga, ser segundos también es ganar

Domingo, 25 de junio 2023, 02:00

El pasado 21 de junio, Belgrado se alzó triunfadora para organizar y ser sede de la Expo27 Internacional de Sostenibilidad. Los sondeos previos daban los votos mayoritarios a la candidatura española, la ciudad de Málaga. Algo ocurrió, algo de ese amasijo que constituye lo políticamente ... correcto se coló en la decisión, más los méritos de la ciudad serbia y, finalmente, no hubo nada. Siempre ha sido difícil ser Málaga. Con una población de derecho aproximada de 600.000 habitantes y una provincia de 1.800.000, es la única urbe europea de ese tamaño que no es capital administrativa de nada. De hecho, es la conurbación urbana con menor ratio de funcionarios y empleados públicos de España. A sus momentos de esplendor de finales del XIX y aún primeros del XX han sucedido los contemporáneos actuales, que son objetivamente muy importantes y potencialmente mucho más. Coronar ese estado de cosas con una exposición universal era confirmar su modelo de crecimiento de desarrollo tecnológico, turístico y estratégico de un modo alentador y hasta definitivo para conquistar eso que llaman: un lugar en el mundo.

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No servirá lamentarse, estrechar los esfuerzos para enfilar cada día con más acierto la senda actual es obligado y nada debe impedirlo. Pero la cita extraordinaria no tendrá lugar, al menos por ahora. Quizá haya quien respire aliviado, ya sea por competencias indeseadas o por las aureolas conquistadas con nombres y apellidos que ya no habrá que admirar oficialmente. Siempre hay alguna situación de ventaja en la ausencia de la victoria, aunque sea minoritaria, obtusa y muy particular.

Durante años, Málaga vio cómo se le escapaba el AVE, pero pudo tenerlo, cómo las autovías y autopistas se resistían a aparecer, pero pudieron llegar, o cómo su aeropuerto internacional necesitaba una vuelta, también pudo con todo y confirmarse ya como el tercero peninsular y, según los datos más recientes, tercero nacional en pasajeros y vuelos.

Dicen los más antiguos que no es casualidad que la catedral de Málaga esté aún sin terminar, le faltan una de sus dos torres, el tejado a dos aguas -que ya parece una obra iniciada- y algunos cruciales detalles más de su fachada. Se quiera o no, hay síntomas cuyo significado es claro y directo. El caso de la catedral es tan estructural que la ciudad a veces lo discute, lo sorpresivo es que hay incluso muchos partidarios de no finalizar el monumento, pues tan acostumbrados están a verlo como es, inacabado. Dice la leyenda -una bella leyenda, siempre desmentida por unos y confirmada con insistencia por otros- que los fondos y recursos económicos destinados para terminar el sacro edificio fueron donados a finales del s. XVIII a la revolución americana para su independencia. Algo que tiñe de innegable heroicidad y sacrificio el relato y que consuela en parte a los autóctonos de su frustración.

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El impresionante despliegue de medios y esfuerzo personal político y profesional del Ayuntamiento, con su alcalde -Francisco de la Torre- a la cabeza, la Junta de Andalucía y el Gobierno de España, es indiscutible e impagable. Ha sido como un entrenamiento, nadie lo dude.

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