Secciones
Servicios
Destacamos
Ahora, en un día crucial en el que podemos irnos donde picó el pavo, yo empiezo a recordar estos últimos días al sol de la democracia. Un almuerzo en 'El Macondo' con Antonio Soler y Agustín Rivera en esa esquina donde pasa Andalucía entera, de directores generales a pescadores que no saben nadar. O la sorpresa que me dieron Jesús y Ángela en 'La Fragua', cuando al Tito Miguel y a mí y a Pepe Soria -pura memoria histórica- nos sorprendieron con una pularda al oporto y con pistachos en una noche cachonda. Mis amigos saben que somatizo la política y lo peor es que duermo hasta con menos gotas de Fanodormo.
Para llegar a donde hoy estamos os diré una cosa: me subí infiltrado en un autobús de sanchistas, en otro de susanistas de Málaga a IFEMA, fui a Vistalegre y aprendí que en Cantabria había un nacionalismo que a Podemos le venía bien para el convento. También he subido a Cuelgamuros, he aprendido demoscopia y he descubierto hasta a desconfiar de mí mismo. O fui a Barcelona, origen de todo, a que me picara una pulga en el Paseo de Gracia y a cenar con indepes reconvertidos... por ventura.
Mis canas han subido del pecho a la barba, y aunque en el callejón del Paperino huele a jazmines, ni es verano, ni es Paperino, ni somos la España de las sonrisas. Con la inversión térmica voy al Torcal, fumo lo que le robo a mi madre y me pongo a tono con el mundo. Las cabras montesas miran a las grúas lejanas del Puerto, y en Antequera las banderas de España jalonan una ciudad que yo quiero: paso por delante de aquel convento donde la monja tornera que vendía chistes y vendía mantecados ya no está y no es cuestión de romper la clausura por una curiosidad.
Al final, hace uno su vida navideña a pesar de los pesares, con el teléfono apagado no vaya a ser que me manden a las puertas del Congreso a hacer de Tribulete a estas alturas de la película. Sucede que los autobuses llegan, que salió la Cabalgata, y que el anticiclón nos da la vida en coyundita meteorológica con el cambio climático para esto del 'dolce fare niente'.
En realidad, los españoles nos dimos una Constitución, la paz y la palabra y todo ha quedado en almoneda. Con todo, lo mejor es que Málaga es la primera en el peligro de la libertad y por eso, hoy mismo, tenemos el deber sacrosanto de defender la Constitución de los Rufianes, los ultras, los felones y toda esa patulea de la 'otra España que existe' (sic).
Ahora somos la gran ciudad constitucionalista del Mediterráneo. Nos toca más que nunca la lealtad, la felicidad y ponerle el sol a esta España que se nubla.
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Marc Anthony actuará en Simancas el 18 de julio
El Norte de Castilla
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.