Hubo quienes creyeron que era una misión imposible y que, poco menos, era una empresa condenada de antemano al fracaso. Forzar la salida de la Fundación Bancaria Unicaja de su presidente, el entonces todopoderoso Braulio Medel, y de su equipo de entregados subalternos en el ... Patronato era urgente e imprescindible no sólo para evitar el deterioro de los principios fundacionales de la entidad —desaparecida por ejemplo como obra social durante la pandemia por el criterio de Medel—, su desarraigo de Andalucía y, sobre todo, el éxito de su retorcida estrategia como máximo accionista de Unicaja Banco, hoja de ruta que podía llevar, incluso, a la desaparición del banco por un proceso de venta o, como mal menor, su traslado de facto fuera de la región, con el impacto social y económico que tendría en Málaga.
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Medel, acostumbrado a ejercer su poder en Andalucía como los hilos de marionetas, lo intentó todo para seguir mandando y utilizando Unicaja para su beneficio personal. Sin embargo, sus denodados empeños y su preocupante alejamiento de la realidad social andaluza y malagueña fue destapando, sin que él se diera cuenta, cuáles eran sus verdaderas intenciones. Es decir, no se percató de que cada decisión suya de aferrarse al sillón presidencial, al despacho y al chófer y de engordar su cuenta corriente fue descubriendo sus vergüenzas hasta límites, incluso, bochornosos y ridículos. De hecho, una de sus últimas decisiones fue renovar en su último consejo a un patrono leal y agradecido en el punto anterior a su renuncia a la presidencia. Él creía que iba a seguir al mando aunque estuviera fuera y, de hecho, seguro que aún anda en su lúgubre despacho maquinando para intentar manipular y controlar a su sustituto, José Manuel Domínguez, que deberá demostrar con hechos, como viene haciendo desde su nombramiento, que es él y no Medel quien preside la Fundación y los destinos como máximo accionista del quinto banco de España.
Cuando los patronos Patricia del Cid, Pedro Fernández Céspedes, José Antonio Fernández y, durante el último período, Juan de Dios del Pino, se rebelaron contra los desmanes de Medel se enfrentaron a la incomprensión y hasta al desprecio de la mayoría y, sobre todo, de las élites políticas, económicas y sociales. «Medel es mucho Medel», les decían. Aquello que se parecía a los locos de la aldea gala de Astérix que luchaba contra el Imperio Romano fue resistiendo hasta límites insospechados y por la vía de los hechos —publicados por cierto siempre por SUR en un mar de silencio mediático— fueron ganando adeptos hasta el punto de ganar para la causa al Ministerio de Economía del Gobierno de España, al Banco de España, al Banco Central Europeo, a la Junta de Andalucía, al Ayuntamiento de Málaga, la Diputación Provincial, así como a sindicatos, partidos políticos y colectivos ciudadanos, entre ellos el liderado por Pedro Moreno Brenes, clave también en todo este asunto. Hubo quienes, antes o después, dieron la cara, como la ministra Nadia Calviño, el presidente Juanma Moreno o el alcalde Francisco de la Torre. También la concejal Noelia Losada, que durante meses clamó en un desierto en el que casi nadie se atrevía a levantar la voz. Hubo otros que, pese a todas las evidencias, enterraron su reputación en el barro más nauseabundo. Allá ellos.
Y en el Patronato de la Fundación Unicaja del pasado jueves por fin se produjo la gran renovación que diluyó por fin todo el bloque afín a Medel y pasó página a una de las etapas más oscuras de la entidad. Las incorporaciones de Ángela María Callejón Gil, profesora de la Facultad de Económicas de la UMA; Tomás Cano Rodrigo, abogado y teólogo; Sonia Díez Abad, educadora, psicóloga y economista; Pedro Fernández Céspedes, renovado como patrono; Juan José Navarro Fernández, licenciado en Ciencias Económicas y Empresariales por la UMA, y Ana María Salinas de Frías, catedrática de Derecho Internacional Público y Relaciones Internacionales en la universidad malagueña, además de la reciente entrada el prestigioso doctor e investigador Emilio Alba, suponen una inyección de profesionalidad y prestigio que, sin duda, se notará en el funcionamiento de la fundación. La despolitización del Patronato, la entrada de mujeres para poner fin a la misoginia impuesta y la solvencia de las nuevas incorporaciones sacan a la Fundación del siglo XIX y la colocan en el XXI. La presidencia de José Manuel Domínguez y la dirección general de Sergio Corral, además, suponen una garantía de responsabilidad y seriedad al mando de esta nave.
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La salida de Pedro Vílchez, Carmen Espín, José Luis Gómez Boza y Filippo Faraguna supone un alivio para el bueno gobierno y para el futuro. Era difícil salir por la puerta de atrás y casi a hurtadillas después de tantos años en una obra social, pero ellos lo han conseguido por méritos propios, como Medel. No obstante, no son todos los que están, ni están todos los que son, porque aún quedan algunos miembros en el Patronato merecedores de ser incluidos en este selecto grupo de estómagos agradecidos.
Ahora, la mayor responsabilidad de la Fundación, de sus directivos y de sus patronos es ejercer sin ambages la función social en Andalucía y también hacer valer su papel como máximo accionista de Unicaja Banco y su representación en el consejo del mismo, actualmente en manos de cuatro consejeros dominicales que, alineados con Medel, torpedearon el arraigo andaluz del banco, apoyaron el desmantelamiento de muchas áreas ubicadas en Málaga, subvirtieron la esencia de la propia ecuación de canje de la fusión por absorción y pusieron el banco en manos del sector de Liberbank en detrimento del bloque de Unicaja, generando una grave e inédita crisis de gobernanza que incluso ha llamado la atención de los supervisores y ha puesto el foco de la culpabilidad en el consejero delegado, Manuel Menéndez. El presidente de la Fundación Unicaja, José Manuel Domínguez, tendrá que demostrar si permite continuar con esta estrategia diseñada por Medel o devuelve el sentido común.
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Es importante recordar que entre la Fundación Unicaja, la familia Domínguez de la Maza (Mayoral) y el empresario Tomás Olivo, sin contar otros pequeños accionistas, acaparan casi el 50 por ciento del accionariado de Unicaja Banco, con lo que ello significa como garantía de solvencia, arraigo andaluz y malagueño y compromiso de buen gobierno frente a desmanes e interéses de otros que los supervisores ya conocen y debieran tener en cuenta en el futuro.
La Fundación Unicaja afronta una nueva etapa con el reto de consolidarse como sostén social del territorio a través de su obra social y como garante del sentido de pertenencia del quinto banco de España a la sociedad que le ha permitido ser lo que es. Para Andalucía, que aspira a convertirse en una de las regiones más prósperas del país, es vital no solo tener un banco como Unicaja sino una Fundación que cada año puede invertir casi 50 millones de euros en el tejido social de la comunidad. Ahí es nada.
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