La Málaga conferenciante
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Hay días en que la ciudad rebosa Cultura. Incluso en julioHay días en que la ciudad rebosa cultura, de la Avenida de Andalucía a Churriana, de Olías a Sacaba. La oferta cultural no para y eso está bien, que la Cultura en verano es más Cultura, por el aire acondicionado y por lo bien que se está a la sombrita. Los cursos universitarios están para eso, para que Cristóbal Villalobos y Alfredo Taján nos cuenten la Málaga que fue o para que en otros cursos digan, categóricamente, que «España es un país de puteros». En realidad, la libertad de cátedra y de verano es eso, Gerald Brenan, Málaga en llamas y dos señoras que se van al fresquito de Ámbito Cultural a que le hablen del Carnaval o de los orígenes del dietarismo.
Es la ciudad que no para ni por julio. Por eso es que el miércoles Santiago Molina Ruiz, otro de la cantera de SUR, nos deleitó disertándonos (existe el verbo) acerca de la escritura del yo: de Josep Pla a Sabino Méndez. Cierto que la conferencia coincidió con lo que organizó Taján, y yo que me quedé frito porque mis siestas son entre eternas y babosas.
Me gusta que en Málaga haya conferencias plurales y superpuestas, que nos ilustren en este ejercicio de no saber de nada y de saber de todo. Bien es cierto que hay cosas que mis enemigos debieran callarse, como que ella se casa y va a casarse en la Concepción, a la sombra del emparrado y yo que ni puedo ir de infiltrado. Pero el dolor no me embarga, y sigo escribiendo, porque puede haber un divorcio en ciernes o porque uno, este intruso arribafirmante, aún no ha dado la conferencia definitiva, como aquella de Ruano en la que dijo que el Quijote estaba escrito con los pies.
Hay que dar conferencias, sin público y con público. Tengo una sobre Psiquiatría en Toledo en octubre y una sobre poesía en Segovia, con Manuel Jabois y Carlota de Mónaco en primera fila: casi ná.
La cultura, la conferencia, abriga, como los libros abrigan, que le dijo al maestro Alcántara alguno de esos del 27 con los que tanto quiso. Quiero decir que una ciudad es capital cultural por los museos, sí, pero también por esta coincididencia cataclismática de conferencias y charlas nutricias en la ciudad alegre y confiada. Decía el otro que en Madrid, a ciertas horas, o das una conferencia o te la dan. Y yo he descubierto este confort de la Cultura en estos días en que la provincia y sus muertos servirían para sacar 'El Caso' durante siete años. Yo he aprendido a dormitar cultamente en el Ateneo, porque cuando uno da con un orador solvente es para toda la vida o para toda la tarde.
El tito Miguel me lleva de conferencias y me invita a espetos, donde comentamos la jugada y lo que hemos aprendido del bueno de Don Geraldo en Yegen y en Churriana, y de que el dietarismo -el diario- será lo que salve el periodismo que conocimos.
Conferenciar es algo que mi amigo Alcalá ha hecho toda la vida. Le enseño a que pueda vivir de ello.
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