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Las comparaciones son odiosas, tanto para el que sale retratado como para el que retrata. También son la única manera de saber quiénes somos y dónde estamos, que es el principio necesario para intentar mejorar en algo. Si hablamos de trenes de Cercanías, la verdad ... es que en Málaga no somos nadie, o más bien somos muchos viajando abigarrados en pocos vagones y para llegar poco más que a la vuelta de la esquina.
La comparativa en cuanto a la extensión de los núcleos de Cercanías (así los llama Renfe, salvo en Cataluña, que son Rodalies) no deja lugar a equívocos. Málaga está en el vagón de cola en cuanto a kilómetros de vías en España. Nuestras C1 (el de la Costa) y C2 (Guadalhorce), suman 69 kilómetros, que es una cifra muy acorde con el carácter de los malagueños. Ya no es, por supuesto, que nos podamos comparar con Barcelona (la que tiene más extensión) ni Madrid. Es que nos superan con creces ciudades con una población similar, caso de Valencia, Sevilla y Murcia.
A pesar de ser cortito, un estudio del Ministerio de Transportes dice que Málaga era antes de la pandemia el quinto servicio de Renfe con más viajeros, casi empatado con Bilbao, que era el cuarto. La ciudad donde más se usa este medio es, obviamente, Madrid, seguida de Barcelona y Valencia. En cambio, Sevilla, a pesar de tener una de las redes más extensas de España, no llega ni de lejos a los niveles de la Costa del Sol.
Hasta aquí los datos, crudos, puros y duros. Ahora, imaginen que hubiera un tren que les permitiera llegar hasta Marbella e incluso hasta Estepona, que no por manido vamos a dejar de exigirlo, nunca. Añadan ahora otro servicio que permitiera viajar a los vecinos de La Cala, de Rincón de la Victoria y hasta Vélez-Málaga, por el este. Y a los de Alhaurín de la Torre, Cártama y el Parque Tecnológico, en el Guadalhorce metropolitano.
No es ni mucho menos descabellado, sino lo que ocurre en la mayoría de las grandes ciudades españolas, sólo que a nosotros nos han dicho siempre que todo eso es imposible. Será porque es Málaga, y como buena ciudad periférica que somos, aquí todo cuesta el doble, por más que nuestros turistas y nuestras empresas aporten a las arcas del Estado.
Pues no, señores, no es imposible; caro sí, pero se supone que el tren es el transporte del futuro, y existen soluciones imaginativas para poder dotar a la provincia de un servicio ferroviario al nivel que le corresponde por su población y aportación a la economía nacional. Las comparaciones son odiosas, sí, pero más odioso es verse retratado en el vagón de cola.
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