Allá por diciembre contamos que un ránking internacional ponía a Málaga como la segunda mejor ciudad del mundo para los residentes extranjeros. La primera es Kuala Lumpur, y mira que está lejos Malasia. El pasado fin de semana, mi compañero Antonio Javier López le puso ... cifras estadísticas oficiales del INE al momento estelar que vive la provincia, que es el territorio español que más población ha ganado durante la pandemia. Nada menos que 17.247 criaturas se han convertido en malagueños por decisión propia en sólo 18 meses, hasta superar por primera vez en la historia los 1,7 millones.
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A primera vista, todo es orgullo patrio local y palmadas en el pecho... Que si Málaga es el mejor sitio del mundo para vivir, el paraíso en la tierra, y ahora descubren lo que los malagueños de cuna ya sabíamos. Hago mío el lema «To er mundo e güeno», que acuñó hace décadas la peña El Sombrero, y esto quiere decir que son bienvenidos cuantos quieran disfrutar, compartir y trabajar en esta tierra bendita.
Ahora bien, cuando el empalme de malagueñismo baja, lo que queda es una reflexión mucho más preocupante, y una pregunta flota en el aire: ¿Cuántos nuevos residentes más caben antes de que a la provincia le salten las costuras? Pues ya hay indicadores en cuanto al tráfico y el regreso de las caravanas, la escasez acuciante de agua y los precios desorbitados de la vivienda, que apuntan a que el nivel de saturación podría estar próximo.
Los malagueños, al menos los que nos preocupamos por este tipo de cuestiones, no somos caprichosos, no pedimos desde hace años nuevas obras por pedir, y por supuesto en Málaga no está todo hecho, como algún político se esfuerza en repetir para justificar la ausencia de inversiones. El territorio necesita urgentemente infraestructuras para soportar un crecimiento de la población que no tiene parangón en ninguna otra región de España, como refleja el INE de manera incontestable.
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Necesitamos que nos devuelvan el tren que nos han quitado y lo extiendan a Mijas y a Marbella, porque es donde más crece la demanda. Necesitamos agua potable sin tener que mirar continuamente al grifo cerrado del cielo, ya estamos tardando en plantear una desaladora para la zona de la Axarquía. Necesitamos depuradoras para no contaminar el mar que es nuestro modo de vida principal, y nuevas carreteras para desahogar el fuerte aumento de residentes en la zona metropolitana del Este.
En todos los ámbitos se nos llena la boca de sostenibilidad, pero es totalmente insostenible seguir creciendo a este ritmo en Málaga sin tener las infraestructuras adecuadas. Así, pronto moriremos de éxito...
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