De maestras y maestros

Un buen docente parte de una sólida preparación y madurez, también de una seria experiencia personal, sometida a una repetida reflexión, de la que ha sacado consecuencias; quiere muchísimo a sus alumnos y alumnas, conoce sus limitaciones y se pone a su disposición para ayudarles. Ni más ni menos. Así de sencillo y humano. Y profesional. Sin embargo, no siempre estamos ante el perfil adecuado cuando se pretende acceder sólidamente al ejercicio del magisterio. ¿Un ejemplo? Hay reclamaciones por las penalizaciones en faltas de ortografía; ¿poner Andalucía sin tilde se puede obviar? Desconozco lo que pensarán los miembros de los tribunales que han evaluado a los candidatos y candidatas para Andalucía, pero tengo la sensación que estarán de acuerdo en que hay que escribir bien, tildes incluidas; ellos que trabajaron intensamente, en pleno verano, durante jornadas de 12 horas en, algunos casos, en sedes sin aire acondicionado, a cambio de 7,50 euros la hora; todo un despropósito.

Llamemos a las cosas por su nombre para mejorar cada año y agradezcamos el serio esfuerzo que muchos maestros y maestras realizan a diario para dar lo mejor de sí como profesionales. Y, por cierto, aprendamos de los errores porque ese es el misterio del vivir humano: primero se aprende y solamente más tarde somos capaces de enseñar.