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Por qué Pablo Casado, Teodoro García Egea y Almeida se han enrocado en el pulso con Isabel Díaz Ayuso? ¿Por qué ninguna de las dos partes cede en sus pretensiones con la gran mayoría de afiliados y barones del PP advirtiendo que esta imagen de ... división pasa factura en las urnas? Se han barajado varias tesis para explicar lo que se ha llamado suicidio político. La primera sostiene que el éxito electoral de Ayuso agudizó el fantasma de los celos políticos en Casado y este se ha propuesto cortar las alas de una posible competidora dentro de casa. La segunda explica el conflicto por razones de fontanería interna: el control de las listas electorales a los ayuntamientos de Madrid y a la Asamblea. Dos palancas de poder y la clave para que los elegidos juren fidelidad y lealtad a Génova o a la presidenta.Una tercera tesis apunta el protagonismo tóxico de terceros en la sombra. En el caso de Ayuso por la influencia de Miguel Ángel Rodríguez, un aznarista interesado en reducir todo lo posible el poder de la entente Casado-Egea. El objetivo final sería hacer saltar al secretario general cuyo ascendiente sobre Casado impide que este asuma las consignas del lobby liberal. En la otra orilla, en la de Génova, se señala a Ángel Carromero reconvertido en cerebro gris del aparato del PP para el juego sucio y evitar que Ayuso se haga con el poder orgánico en la comunidad y convertirse en una especie de corriente dentro del PP. El temor a que esto rompa la «unidad» del Partido Popular es el discurso de los genovistas. Pero más allá de argumentos de orden interno o choque de egos está la política y la ideología.

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