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Miércoles, 4 de diciembre 2024, 01:00
La inestabilidad política en la que vive una Francia al borde del abismo se cobrará esta tarde, salvo mayúscula sorpresa, la censura parlamentaria del Gobierno encargado por Emmanuel Macron al conservador Michel Barnier hace apenas tres meses. El anunciado apoyo de Marine Le Pen a ... la moción de toda la izquierda para derribarlo, a la que se une otra presentada por ella misma, confirma que el presidente de la República cometió un grave error al adelantar a julio unas elecciones de las que surgió una Asamblea Nacional ingobernable y otro al optar por un primer ministro cuya designación no se corresponde con el resultado de las urnas y que ha estado a disposición de la misma ultraderecha a la que pretendía arrinconar el fallido movimiento del Elíseo. El jefe del Estado trata de situarse por encima de la refriega para encargar a otra persona la formación de un Ejecutivo, pero no puede ignorar que la pinza entre los dos extremos de la Cámara va dirigida contra él.
Aunque su posición sea inamovible hasta que en 2027 expire su segundo y último mandato, incluso aunque Le Pen fuese inhabilitada para concurrir a las próximas presidenciales por sus problemas con la Justicia, el seísmo francés seguirá haciendo temblar a la UE durante demasiado tiempo. La promulgación por decreto de los Presupuestos ha sido el detonante de la implosión institucional. Pero lo preocupante es que la mayoría de un Parlamento fracturado en tres bloques irreconciliables de similar peso se obstina en pasar por alto la necesidad de reformas para modernizar el país y sanear sus cuentas públicas. Muchísimos franceses protestan convencidos de formar parte de una nación con más posibilidades inmediatas de las que les ofrece Macron. Aun cuando este pueda llevar razón en sus propuestas, sus conciudadanos perciben en él la arrogancia ilustrada que detestan desde generaciones.
La inestabilidad en Francia desnuda a Europa, máxime con una también debilitada Alemania que la lastra para afrontar desafíos pendientes de primer nivel frente a los cambios que cabe prever de una nueva Administración estadounidense dispuesta a ningunearla. Hasta la presencia de Donald Trump el sábado en París para celebrar la reconstrucción de Notre Dame ofrece una expectativa ambivalente: puede servir para que sintonice mejor con una UE en buena medida francesa o dar lugar a un desaire final que la V República se vea incapaz de metabolizar.
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