La Tribuna

Lincoln y el pueblo

El presidente Biden ha advertido de que la línea divisoria en el mundo ahora está entre los valores de la democracia y los regímenes de autocracia arraigada

Viernes, 24 de noviembre 2023, 01:00

En noviembre de 1863 el presidente de Estados Unidos, Abraham Lincoln, recorrió la corta distancia que separa la Casa Blanca de Gettysburg, en Pensilvania. Unos meses antes la pequeña localidad había sido escenario de una de las batallas más sangrientas e importantes de la guerra ... civil estadounidense entre las fuerzas unionistas del norte y los rebeldes confederados del sur. Un elemento central de la disputa entre los dos bandos fue la cuestión de la esclavitud: ¿el horror del cautiverio humano sería abolido en todas partes de la Unión o se permitiría que continuara en los Estados del sur?

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El enconado conflicto se había cobrado miles de vidas, de ambos bandos, y la sombría tarea del presidente fue inaugurar el cementerio donde fueron enterrados muchos de los muertos. Durante su intervención Lincoln afirmó que, comparado con el derramamiento de sangre y el sacrificio de la batalla, «el mundo notará poco y ni recordará por mucho tiempo lo que digamos aquí». Pero se equivocaba y su oratoria, conocida como el Discurso de Gettysburg, es una de las más grandes y citadas de la historia de la política. Este mes, en el aniversario de su intervención y cuando valores básicos como la libertad, la igualdad y la democracia están amenazados en varias partes del mundo, merece la pena leer las palabras de Lincoln con atención.

El tema del discurso eran los muertos, pero el mensaje iba dirigido a los vivos, entonces y ahora. Lincoln resumió lo que quería decir en unas 270 palabras -es decir, mucho menos de la mitad del texto de este artículo-. Otro orador en la ceremonia, un senador, comentó que Lincoln había dicho más en tres minutos que él mismo en un discurso suyo que había durado casi dos horas. Ser breve sigue siendo una regla muy buena para cualquier político.

Lincoln sabía maximizar el impacto de su oratoria utilizando un lenguaje muy directo -190 de las palabras utilizadas son de una sola sílaba- y es otra regla de oro para cualquier orador: las palabras cortas y sencillas son las mejores. El discurso se mueve en el tiempo -pasado, presente y futuro- y en el espacio, desde el sacrificio de los soldados individuales que murieron en la batalla hasta los valores universales para toda la humanidad. El presidente recordó a su audiencia que los padres fundadores de Estados Unidos habían establecido una nueva nación «concebida bajo el signo de la libertad y consagrada al principio de que todos los hombres nacen iguales». La guerra actual, declaró Lincoln, era una prueba de si «esta nación o cualquier nación» fundada sobre esos principios podría sobrevivir para que la idea «de que el Gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo no desaparezca de la faz de la tierra».

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La elegancia, la sencillez y la perdurabilidad de la verdad del discurso lo convierten también en un punto de referencia en nuestro tiempo. Hoy, los conflictos armados y los Gobiernos autoritarios siguen poniendo a prueba la supervivencia de la democracia. Desde que Lincoln pronunció su discurso muchas personas de todo el mundo se han unido a la lucha por la libertad y la democracia. Los avances son más que evidentes, de modo que millones de personas son ahora libres de expresar sus opiniones, participar en el gobierno y vivir sus vidas según sus propios deseos. Sin embargo, hay signos de una desaceleración de esta tendencia positiva. El sucesor de Lincoln, el presidente Biden, ha advertido que la línea divisoria en el mundo ahora está entre los valores de la democracia y los regímenes de autocracia arraigada. Biden es optimista, pero insiste en que los sistemas democráticos sólo prevalecerán si se defienden y promueven con fuerza y vigor en el espíritu de Lincoln.

Todo indica que Biden tiene razón. La ONG Freedom House ha hecho un seguimiento de las tendencias globales de los derechos políticos y libertades civiles desde los años setenta y su último informe para 2023 no es alentador. La organización observa que, en el último año, se ha producido un declive de los valores democráticos en unos 60 países, mientras que sólo 25 han mejorado. Peor aún, el último deterioro confirma una tendencia de más largo plazo identificada y Freedom House comenta que la «amenaza actual a la democracia es el producto de 16 años consecutivos de declive de la libertad a nivel mundial». Incluso en países con una larga tradición democrática, algunos garantes esenciales, como un poder judicial independiente o una prensa libre, están amenazados.

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Los regímenes con tendencias autoritarias han vuelto ser más eficaces a la hora de controlar el flujo de información que la gente necesita para tomar decisiones equilibradas. Y en las sociedades abiertas uno de los retos más importantes ahora para proteger la democracia será distinguir entre hechos verificados y noticias falsas. O como dijo otro presidente de EE UU, Thomas Jefferson, «el precio de la libertad es la eterna vigilancia».

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