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¿Cuál es el límite del revisionismo?

Carta del director ·

Manuel Castillo

Málaga

Domingo, 21 de junio 2020, 09:40

Esta es la gran pregunta. ¿Dónde empieza y acaba el revisionismo imperante en esta sociedad? Aunque más que revisionismo hay veces que parece más un ajuste de cuentas irracional. Y muchas veces ignorante. Algo así como decir «ahora os vais a enterar». La civilización actual se ha construido a través de guerras cruentas, millones de muertos, atropellos, ignominias y abusos de los poderosos frente a los débiles, de los hombres ante las mujeres. Quizá hoy estamos tomando decisiones y realizando acciones que quizá dentro de un siglo parecerán inadmisibles; quizá dentro de cien años arrojen al mar estatuas de nuestros héroes contemporáneos.

Cristóbal Colón, Miguel de Cervantes o el propio Winston Churchill son sólo algunos de los ejemplos de los personajes ultrajados en los últimos días, quizá por personas que ni siquiera sepan quiénes eran y qué hicieron. Sin hablar de 'Lo que el viento se llevó'. Porque esta sociedad camina siempre mirando hacia atrás y eso hace que tropiece permanentemente. Es como el movimiento 'Black Lives Matter' contra el racismo y la violencia policial en Estados Unidos contra la comunidad afroamericana: algunos lo aprovechan para saquear la tienda de Apple. Esta paradoja se traslada a todos los ámbitos de la vida política, en España y en todo el mundo.

Porque el nivel de crispación y manipulación ciudadana y política está llegando a límites peligrosos que pueden conducir a un debilitamiento democrático. En nombre de nuestra seguridad confinarán nuestras libertades. Y ello, quizá, porque como sociedad nos estamos equivocando en varias direcciones. Por un lado, despreciamos valores y principios que inspiran la convivencia: el respeto, el esfuerzo, la empatía y trabajo colectivo. Y por otro estamos construyendo un sistema que comienza a carcomer los pilares democráticos: los políticos se creen nuestros jefes y olvidan que son nuestros representantes. La política es un fin en sí mismo para la mayoría de los líderes de hoy, cuando debería ser el medio para mejorar la vida de los representados. La pérdida del sentido institucional de nuestros políticos es el primer síntoma de que esto no tiene nada que ver con el bien común sino con el particular. Lo esencial es llegar al poder y mantenerse en él. ¿Para qué? Para ejercerlo, sin más.

Es verdad que el Covid-19 lo ha absorbido todo, pero desde hace mucho tiempo en política sólo se habla de política. Cada vez hay menos proyectos, menos planes, menos aspiraciones. Con más de 40.000 muertos, se rescata el debate del GAL, la cal viva, los bandos y el pasado. Son muchas las señales de alarma que llegan desde las diferentes estructuras del Estado por la deriva política, por el rumbo de unas Cortes Generales absolutamente fracturadas; rehenes del cinismo, del enfrentamiento y, sobre todo, de su absoluta incapacidad para centrarse en lo importante por la evidente animadversión personal que se respira en el ambiente.

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