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Que el nuevo límite de velocidad a 30 kilómetros por hora no lo va a respetar nadie en Málaga, eso lo saben hasta ... los chinos de China. Y digo bien, en Málaga, porque la ley es estatal pero toda España no funciona igual. En Bilbao, por ejemplo, se ha llenado la ciudad de radares, y al que se pasa lo crujen automáticamente. Aquí se hará lo de siempre: una control de vez en cuando, más de cara a la galería que otra cosa, en algún lugar vistoso, y si te pillan ajo y agua.
Pero ya está: el resto del tiempo, dejar vivir, que es la filosofía municipal en lo que respecta al tráfico. Por no haber, no habrá ni señales, así que algunos todavía tardarán años en darse cuenta de que el límite ha bajado en nada menos que siete de cada diez calles. O sea, que salvo en las grandes avenidas, en el resto hay que circular al puntillo de gas... Ni de coña. Ya ven, era la limitación anterior y no la cumplía casi nadie, con que ahora que es casi la mitad, pues mucho peor. Lo mismo conseguimos que la gente empiece a ir por la calle a 50, que ya sería un triunfo.
Tampoco hay que irse muy lejos: ahí está la experiencia de los carriles 30, que hay muchísimos y en los que supuestamente hay que conducir a esa velocidad máxima. Pues no los respeta nadie, salvo que se encuentre con una bici delante y no tenga más remedio. Es cierto que muchos conductores, los más respetuosos, se echan al de la izquierda para poder correr más y cumplir la norma. Pero para otros tantos se ha convertido en un peligrosísimo carril de adelantamiento por la derecha, y la verdad es que dan miedo. Que nos lo pregunten si no a los osados ciclistas y patinadores que nos aventuramos por allí sin suficiente seguro de vida.
Mi patinete no da más de 30, salvo que vaya cuesta abajo y sin frenos... En esas ocasiones se me pone la cara de velocidad y a veces llega a 40, que es mucho para tan poco cacharro. Así es que en Málaga me apuesto algo a que la nueva normativa de la DGT la van a cumplir las bicis, los vehículos de movilidad personal y algún abuelillo con su Mobylette del año de la polca. Desde que se anunció la inminente entrada en vigor, las pocas veces que voy en el coche por la ciudad he estado ensayando cómo es eso de ir despacito, como Luis Fonsi. Admito que es difícil: al mínimo de gas en tercera y parece que se te va a calar (a mis años de carné). Pero es lo que hay. Se acordarán los de mi quinta cuando íbamos en los vespinos todos sin casco; luego nos machacaron a multas hasta que nos lo pusimos a la fuerza. Pues esa es la única forma de meter a los conductores en vereda. Todo lo que no sea eso es tener leyes de adorno.
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