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Lecciones que nos da Chiquito

Intruso del norte ·

Nos hizo un humor transideológico, y por eso lo extrañamos más que nunca

Lunes, 26 de agosto 2019, 08:29

Uno que llega. Un mariquita. Un borracho perdío. Un enano muy 'chiquetito nasío' después de los dolores. Un meretérito dando el alto o un niño orejón que se llamaba Jorge. El zurrón del dramatis personae de Chiquito de la Calzada es el más nuestro, y es por eso que ya es contracultural y hasta reivindicativo.

Veo los vídeos de Chiquito y me pregunto en qué momento perdimos ese liberalismo de chistes; cuándo el humor empezó a ser proscrito y cuándo lo valiente en la cosa del espectáculo es lo de sonarse los mocos en la bandera española.

El fenómeno por el cual no saldrá un andaluz tan claro como Chiquito ha sido rápido y eficaz; como si las técnicas de la censura posmoderna hubieran echado las peores raíces en la peor España. De Chiquito de la Calzada y de los límites del humor hablo en la terraza de Alcalá con Ángel Garó y su hermana. Garó homenajea a Chicho Ibáñez Serrador y ya cae por la noche de agosto, noche de feria, un lamento de que la televisión de hoy no es la de entonces. Y con eso hay que apechugar, sí, en tanto que se nos va quitando la potestad de ser hombres libres.

Uno, el arribafirmante, sabe que el humor es el único patrimonio que nos va quedando. Acaso el estertor último de Occidente antes de que entren los bárbaros. Vivimos tiempos difíciles para el pensamiento, pero también empiezan a extinguirse los filósofos de bar, los Sénecas de la barra, con los que la soledad se me hacía más llevadera.

Ahora han desaparecido los chistes, y por eso Chiquito es contrarrevolucionario. Un chiste de Chiquito es un argumento más para creer en la civilización, en Occidente, mientras que el galanteo lleva ya pena de cárcel o de invisibilización, que no sé qué es peor. Así es este momento histórico en el que han matado a Allen.

En estos tiempos de censura yo me pongo en bucle los vídeos de Chiquito. En cada uno de ellos hay una España normal que habla, que se ríe, una España normal y en la que nadie se hacía el ofendidito ni vivía de ser un ofendidito constituido en lobby.

Chiquito nos hizo un humor transideológico, y por eso lo extrañamos más que nunca. Yo sé que vivir es enamorarse, hipotecarse, criar niños y saber que te pueden sacar un twitter, una entrevista, y que desde entonces te decreten los enemigos tu muerte civil. Yo sé que no podrán, pero frente a la libertad hay comisarias y comisarios políticos que están mucho más cerca de lo que crees.

En estos días en que edito 'La España canallita', me suelo acostar con Chiquito en un bucle interminable de cuando alborotaba Gregorio aquello de 'Genio y figura', programa que también presentó Bertín Osborne, y al que muchas piden ya el garrote vil.

Conviene que Málaga haga lo posible y lo imposible por darle a Chiquito una fundación en la que se conserven las esencias de un humor que, hoy más que nunca, es la libertad con camisa de lunares.

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