El laberinto de las primarias del PSOE
Carta del director ·
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Carta del director ·
El duelo entre Susana Díaz y Juan Espadas, más que ilusión por el futuro, está provocando temor por el presenteSi por algo se ha caracterizado el PSOE a lo largo de su historia es por las guerras fraticidas, esas que dejan una herida abierta en canal que tarda años en cicatrizar. Y las primarias convocadas para elegir al próximo candidato socialista a las elecciones ... a la Junta de Andalucía corren el riesgo de reeditar aquella escisión entre guerristas y renovadores y dejar a la formación dividida y maltrecha. Es como si el PSOE necesitara la división interna para dar sentido a su propia existencia.
Desde hace años era un secreto a voces la predisposición de Juan Espadas a optar a la presidencia de la Junta. Recuerdo que hace cuatro años, en una cena en Londres con motivo de la World Travel Market, le pregunté a Susana Díaz sobre la opción de Espadas como futuro candidato a la Junta. Siendo ella la presidenta de Andalucía entonces puede parecer una descortesía que le planteara esa cuestión, pero la realidad política invitaba al comentario: Díaz aspiraba a desbancar a Pedro Sánchez para ser la secretaria general del PSOE y optar así a la presidencia del Gobierno, mientras que Juan Espadas lideraba aquel eje Sevilla-Málaga con el objetivo de construir un perfil de «alcalde de los alcaldes andaluces» que reforzara sus posibilidades como candidato, como definió entonces la propia Díaz los movimientos del hoy contrincante. A pesar de ello, el comentario no le resultó cómodo y trató de marcar distancias. Era obvio que Espadas aguardaba su momento y que a Díaz le intranquilizaba tener a alguien merodeando por sus esferas de poder al que no podía controlar.
Al final, Pedro Sánchez derrotó a Susana Díaz y a toda la fuerza orgánica del PSOE, incluidos los barones que apoyaron a la andaluza como hoy muchos barones provinciales apoyan a Espadas. Y luego ella perdió el Gobierno autonómico ante el PP de Juanma Moreno y quedó a merced del aparato de Ferraz, que con la paciencia de un cazador experimentado dejaba pasar el tiempo mientras ella hacía malabarismos para acercarse a Sánchez. Aún recuerdo aquella foto de ella en la tribuna del Congreso de los Diputados en la investidura de Pedro Sánchez. Fue un gesto de humildad política inédito en la trayectoria de Díaz y que escondía una misión imposible: ganarse a Pedro Sánchez. A pesar de los numerosos intentos de hacer olvidar lo que pasó en aquel congreso federal, Díaz fue esquivando flechas y todos los ofrecimientos, que fueron unos cuantos, para que diera un paso atrás. Ella sabía que no le quedaba otra que ir al cuerpo a cuerpo.
Y así fue, la convocatoria de las elecciones primarias del PSOE abren un duelo de consecuencias imprevisibles. Y en una paradoja más de la vida política, Susana Díaz trata de hacer lo que hizo Pedro Sánchez con ella: movilizar a la militancia de base, esa a la que nunca se le deja hablar pero que tiene la fuerza del voto y enfrentarse al aparato que apoya a Juan Espadas.
Este partido se decidirá en el último momento y, posiblemente, con un triple sobre la bocina. Ése es, al menos, mi pronóstico. Es verdad que Juan Espadas tiene el apoyo de Madrid y de Pedro Sánchez, pero eso no es suficiente en estos tiempos. El aparato intimida a aquellos cuyo trabajo depende del partido, pero resulta indiferente a las bases, que incluso disfrutan yendo a la contra y poniendo patas arriba los partidos. Hay un sentimiento muy humano de rebelarse contra el que manda o contra quien quiere imponer el sentido de un voto.
Susana Díaz se ha puesto el traje de campaña dispuesta al cuerpo a cuerpo. Y en eso ha demostrado ser incansable. Ella está utilizando las mismas armas con las que Pedro Sánchez le derrotó en las primarias. Y eso es una ventaja.
Los datos que circulan demuestran, además, que hoy por hoy todo está igualado. El alcance en redes sociales de ambos candidatos es muy similar e incluso Díaz consigue muchos días una mayor movilización y conversación. Quizá el equipo de Juan Espadas puede cometer el mismo error que cometieron los asesores de Susana Díaz hace cuatro años: creer que teniendo el control del aparato se tiene el control del voto. Las primarias las carga el diablo porque facilitan que afloren sentimientos humanos muy primarios y muy españoles. Que se lo pregunten al PP y a ese enfrentamiento entre Soraya Sáenz de Santamaría y Pablo Casado que aún sigue sin cerrar. Ahí el más listo fue Mariano Rajoy, que no miró ni a un lado ni al otro.
Otro error de esta primarias socialistas es que han tensionado tremendamente el partido, obligando a muchos cargos a tomar partido. Y el caso más relevante en la provincia es el del portavoz en el Ayuntamiento de Málaga, Daniel Pérez, que ha tenido que mover ficha y jugarse su futuro a la carta del conmigo o contra mí.
Otro caso paradigmático es el del senador Miguel Ángel Heredia, que abandonó a Susana Díaz y ahora es el defensor más aguerrido de Juan Espadas y figurante en cada foto y cada acto. Su íntimo amigo, Francisco Conejo, se ha quedado con Díaz en lo que se puede entender como un gesto de lealtad. Hay quien asegura, sin embargo, que en un ejercicio de supervivencia política, ambos, lejos de distanciarse, se han repartido los papeles para que siempre uno de los dos esté en el bando ganador y se ocupe de garantizar la permanencia futura del otro. Eso, de ser cierto, sí sería para nota.
Y este juego de lealtades y deslealtades se dibuja con muescas en el cuaderno de la memoria. No debe ser fácil dar el paso cuando se sabe que, más allá del voto a un candidato, lo que está en juego es la propia carrera política. Especialmente para aquellos que sólo tienen eso: carrera política. Y, sobre todo, cuando cada paso define a la propia persona, sus prioridades, sus intereses y también sus principios y valores.
El PSOE de Andalucía se enfrenta a uno de sus momentos más trascendentales y con dos candidatos (además de Luis Ángel Hierro y Manuel Pérez García), que no terminan de remontar, de generar ilusión, porque las expectativas y el propio ruido mediático y social se han desinflado. Más que ilusión por el futuro, estas primarias están provocando temor por el presente.
Y mientras tanto, el PP de Andalucía mira de reojo deseando que la ganadora in extremis sea Susana Díaz, que el proceso deje malherido y dividido a partido y, sobre todo, respirando aliviado por el hecho de que la supuesta renovación del socialismo andaluz pase por una elección entre dos históricos, Díaz o Espadas, lo que invita a pensar que al PSOE le han podido las prisas y se ha metido en un laberinto del que puede que no salga en mucho tiempo. Los 45.759 militantes tendrán la última palabra el próximo 13 de junio.
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