Escribo estas líneas bajo una agradable, pero me consta que a la vez engañosa sensación de normalidad. Proviene de la lectura de dos novelas de ... la escritora madrileña Teresa Cardona, las protagonizadas por la pareja de investigadores compuesta por la teniente Karen Blecker y el brigada José Luis Cano, de la Guardia Civil. Ella, previo paso por el Ejército, se ha incorporado a la Benemérita y tras prestar servicios en Europol –gracias a su dominio del alemán, que debe a su ascendencia paterna–, llega destinada al cuartel de San Lorenzo del Escorial. Cano, que es un veterano del lugar, acoge de entrada con alguna reticencia a esa jefa de apellido extranjero y peculiar currículum, pero por obra y gracia de la labor compartida la aceptará como lo que es: una oficial resuelta y competente a la que debe obediencia.
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Karen tiene un exmarido, una expareja y algunas heridas sin cerrar. Cano, un tipo solitario que vive en un piso pequeño del Real Sitio, es además homosexual, una condición que aún no se atreve a exhibir con demasiada soltura. Dos seres humanos, en fin, con sus fragilidades y sus zozobras, como cualquiera, que tratan de sacar adelante su trabajo. Los casos que les tocan en dos primeras entregas, 'Los dos lados' y 'Un bien relativo', ponen a prueba su fibra moral, más allá de la ley a la que en todo caso se deben atener y se atienen. Cardona les permite pensar por sí mismos, dudar, hacerse preguntas. Y construye con pulcritud en el estilo y en la trama las historias que ambos protagonizan.
Ya le gustaría a uno encontrarse con más frecuencia esta aproximación literaria a las gentes del tricornio. Ya le gustaría creer que es la «nueva normalidad» respecto del retrato ficcional de unos servidores públicos a los que la sociedad española tanto les debe, por su servicio de 178 años ya. Con alguna sombra, sí, pero muchas más luces, sobre todo en el último medio siglo, en el que su sacrificio fue determinante para que muchos de entre nosotros tuvieran al fin la libertad de ser, pensar y expresarse que otros les negaban con amenazas, bombas y balas. Amargo es constatar que cuesta menos al autor español de ficciones ir de la mano y ponerse en los zapatos de los criminales, incluso de esos mismos que volaban con Goma-2 a sus conciudadanos: basta ver los libros, películas y series que protagonizan. Darle la mano a una guardia civil y proponerla como protagonista, sin dibujarla como un ser tenebroso, es ejercicio mucho más raro y que aún acarrea un estigma. Prepárate, Teresa, para portarlo.
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