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Ocurre a veces, que le ves a alguien las intenciones pero no te terminas de creer la locura que está a punto de hacer, y la voz se te ahoga en un grito que no sale, para intentar evitarlo... Pero es imposible. La anciana se ... puso a cruzar la calle Cristo (dos carriles, y en este tramo, además, ambos en sentido Centro) lo que viene siendo por mitad de la carretera, con un semáforo en verde para los conductores... ¡Y con un andador!
Como cabía esperar, al instante un coche se la encontró, a su paso de tortuga, en medio de su larga travesía de lado a lado, y tuvo que parar, con el consiguiente peligro de alcance del vehículo que venía detrás. Cuando le recriminó su actitud, la vieja le contestó alto, claro y con aspavientos, se vayan a creer que admitió su error. O sea, que cruzaba por allí y justo en ese momento porque le salía a ella del mismísimo, que para eso era una kamikaze octogenaria, hecha de anarquía y birra fría.
Es la tropelía más sonora de cuantas he presenciado en mis paseos diarios con Nori, pero ni de lejos es la única. Si sólo fuera una anécdota les aseguro que no estaría perdiendo el tiempo en escribir sobre ello. El catálogo lo integran también los de 'cruzo al súper aunque el semáforo esté en rojo y los coches que esperen'; los chavales de 'hago lo que me dé la gana porque me da la gana'; las abuelas 'corre, corre, que te pillo', siempre con prisa... (¿qué prisa se puede tener ya a esas edades?) Y mis preferidos, porque son la última modalidad del desatino peatonal, y que daremos en llamar los okupas de la calzada. Son estos que, por alguna razón, se están acostumbrando a caminar por el lateral de la calzada más pegado a la acera, junto a los coches aparcados, y obligan a los conductores a aminorar la marcha, por miedo a golpearles.
Pocos atropellos se producen para lo que se ve en las calles con los peatones desatados, lo que es representativo de la pericia y el respeto que en general tienen los conductores, y que al final son los únicos perseguidos, los que asumen siempre la carga de la culpa, mientras que a estos viandantes majarones nunca les cae una multa.
Una de las posibles causas que observo es que la peatonalización general de las calles del Centro, que ha sido y es el mejor camino para la sostenibilidad y la regeneración urbana, ha hecho ver a los peatones que todo el monte es orégano, y que ya tienen derecho a ocupar cualquier calle, tenga o no tenga tráfico. Aunque, más bien, todo esto es sintomático de la pérdida general de los más mínimos valores y el respeto a las normas de seguridad vial y de convivencia en la que está instalada la sociedad.
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