Secciones
Servicios
Destacamos
La capital de Afganistán, con más de tres millones de habitantes, es la ciudad de Kabul. Ninguna otra ciudad afgana es tan grande ni está tan poblada. Otras, como Kandahar o Mazar-e Sarif, no pasan de las trescientas veinte mil almas. Jalalabad, Herat, Gazni ... o Balh, superan, eso sí, los cien mil moradores cada una. En total, este país tiene cuarenta millones de afganos dentro de sus límites territoriales. Algo más de 650.000 kilómetros cuadrados es la superficie aproximada de Afganistán, tras forzar los ingleses al Emir Abdur Rahman Khan a firmar un acuerdo con la India británica en 1893 y fijar los 2.430 kilómetros de la fronteriza 'línea Durand'. Hoy limita con Paquistán, desde su separación de la India en 1947.
Tras los atentados de las Torres Gemelas, el Pentágono y el resto de sucesos terroristas del 11 de septiembre de 2001, el 7 de octubre de ese mismo año, los Estados Unidos -al mando de una coalición militar internacional- decidieron bombardear instalaciones de los Talibán y de Al-Qaeda en Kabul, Kandahar y Jalalabad. Se trataba de neutralizar el nuevo movimiento terrorista y dar caza a su capo, Osama Bin Laden. El 13 de noviembre, los Talibán pusieron pies en polvorosa, Kabul y el resto de las más importantes ciudades cayeron con rapidez. En 2004 se aprobó una nueva constitución y ese mismo año Hamid Karzai fue elegido presidente de Afganistán. A pesar de ello, la resistencia de los derrotados mantenía su fuerza beligerante al sur del país...
Numerosas tropas pie en tierra y muchas bajas son la historia más dramática de este conflicto. 2500 americanos, 450 británicos, 102 españoles... Más de 4.000 militares occidentales han dejado su vida en el afgano país. Una guerra larga y cruenta, llena de enfrentamientos armados y atentados sangrientos. La civilización occidental contra la era medieval, la democracia frente al abuso, los asesinatos y el sometimiento. El adelanto frente a la tradición más atrasada, la ley frente a la barbarie, la mujer libre, estudiante, profesional o deportista frente al burka o la lapidación. El progreso y el respeto contra el oscurantismo autómata, leyes de pastores analfabetos en desiertos secos y extremos.
Pero veinte años después de crear esperanza, con errores, victorias y derrotas, USA lideró la coalición y lidera la despedida, se sacude responsabilidades y frustra definitivamente el futuro de cientos de miles, de millones. No somos responsables -dice Biden-, que luchen ellos.
Ni Estados Unidos, ni UK, ni la OTAN, ni España, son los obligados, han sufrido sagradas y honrosas bajas, gastado inmensos recursos, colaborado con la pujante y recién irrumpida sociedad civil, con los derechos de la mujer, la educación, el progreso... Pero se van habiendo preparado mal la salida, sin transición ni garantías, por eso su obra será destruida y lo hará con dolor y muerte. Occidente deja una deuda impagable llena de heroísmo y generosidad, pero su marcha deja un sabor de fracaso y también de vergüenza. Esto no puede acabar así, ni acabará aquí. El mundo libre debe volver a saber que efectivamente lo es.
¿Ya eres suscriptor/a? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.