El abogado de la acusación particular no quiere dejar un solo resquicio por el que la procesada pueda librarse de ser la primera mujer condenada a prisión permanente revisable
MANUEL MARLASCA
Martes, 10 de septiembre 2019, 00:13
Media melena gris peinada hacia atrás, voz quebrada por el tabaco, rostro y manos nervudas y una puesta en escena rozando el minimalismo, sin un solo papel en la mesa. Así se ha presentado el abogado Francisco Torres en la primera sesión del juicio contra Ana Julia Quezada, que pronto se ha dado cuenta de que ese hombre del que apenas le separaban unos metros en la sala va a ser su peor enemigo en los próximos días. El abogado almeriense, vencedor y vencido en mil batallas en estrados, es el representante de la acusación particular, actúa en nombre de los padres de Gabriel Cruz y no quiere dejar un solo resquicio por el que la procesada pueda librarse de ser la primera mujer condenada a prisión permanente revisable en España. Para ello, ha encargado informes forenses que contradicen al de la autopsia hecha al cadáver del niño y que cimientan un relato de hechos aún más cruel, una narración que ayer explicó, sin ahorrarse detalles, a las siete mujeres y los dos hombres que componen el tribunal del jurado: Ana Julia golpeó a Gabriel en varias partes de la cabeza, lo dejó moribundo, se fumó un par de cigarros y lo remató asfixiándole. Todo ello acompañado de gestos del letrado golpeándose la cabeza o tapándose la nariz y la boca. Se dirigía a un jurado, pero su lenguaje gestual encajaba con lo que se cuenta al anochecer a un grupo de adolescentes agolpados en torno a una hoguera, deseando escuchar una historia de terror.
Ana Julia escuchaba el relato y negaba con la cabeza una y otra vez. Había descubierto a su enemigo. Negó cuando Torres dejó caer que la intención de la acusada era descuartizar el cuerpo del niño -algo que no está en ninguna parte del sumario- y negó cuando, al contrario que la aséptica fiscal, Elena Fernández, dijo que el móvil de este crimen era importante: «Gabriel estorbaba».
A Esteban Hernández, el defensor de Ana Julia, le corresponde el papel del Atticus Finch almeriense. Su empeño, desde el primer minuto del juicio, ha sido recordar algo obvio, pero imprescindible en un juicio con jurado: «Son ustedes los soberanos y es la acusación la que tiene que probar unos hechos».
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