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Andalucía es un domingo de siete días. Un sol navegable sin orilla. La luz que no duerme. El arte regado de alegría. La vida que cabe en una poesía. Federico García Lorca con rima y sin acento.
La política transforma el verde en gris. La ... realidad en un reglamento. Eleva a categoría la ocurrencia y somete cualquier decisión al cálculo electoral. El andalucismo es un muerto que sigue necesitando la subvención para seguir yaciendo. Lo entendió bien primero el PSOE y ahora el PP. El dinero público como bálsamo para la herida identitaria que no tiene cura, sólo hucha. En vísperas de la celebración el Día de la Bandera de Andalucía, el presidente de la Junta, Juanma Moreno, fue testigo de la firma de un protocolo para «cuidar y proclamar para siempre» las hablas andaluzas. Los firmantes fueron la consejera de Cultura, Patricia del Pozo, encantada de conocerse, y el histórico dirigente del Partido Andalucista, Alejandro Marcos-Rojas, ahora reñido con el peluquero y el español.
En unas palabras que le hubiese podido escribir el humorista Manu Sánchez, el presidente andaluz se atrevió a proclamar: «cada vez que oigo hablar a un paisano, como se habla en su pueblo o en su barrio, siento las raíces de mi tierra creciendo bajo mis pies». No hacía falta tanto teatro para tan pobre función. Los andaluces no compramos la mercancía averiada del discurso identitario político del acento andaluz y ahora, la supuesta habla andaluza. No queremos comerciar con nuestra cultura para alcanzar ningún tipo de prebenda política. Desde la Transición los partidos políticos en cada una de nuestras regiones han acentuado la propensión a atribuir un marcado carácter identitario a cada una de las diversas modalidades del español. Los territorios sin lengua propia con respecto a aquellas que han hecho de la reivindicación lingüística una forma de afirmación nacionalista o soberanista, han querido mimetizarse a ellas para generar una reivindicación ficticia. En España se ha llegado a financiar con dinero público una supuesta 'Gramática Extremeña' y se ha 'traducido' al 'murciano' el Estatuto de Autonomía de esta región, donde en lugar de la palabra 'prólogo' se hablaba de 'prepartía'.
Estamos obligados a recordarle a Juanma Miarma Moreno que desde el punto de vista filológico, en el sur no hay caso. Los andaluces no hablamos andaluz. Antonio Narbona, catedrático de Lengua Española en la Universidad de Sevilla, nos ilustra afirmando que no podemos hablar, si queremos tener un mínimo de rigor, de «habla andaluza», sino de «un español con rasgos fonéticos peculiares, ninguno de ellos exclusivo».
Verde que te quiero verde. Verde viento. Verdes ramas. Verde el dinero que el andaluz como habla proclama. Hartos estamos del andalucismo con hucha de fría hojalata.
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