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En tiempos no tan lejanos pudimos oír una grabación del desaparecido dirigente socialista vasco Txiki Benegas en la que, entre otras cuestiones, nada actuales, se refería al presidente del Gobierno, Felipe González, en un cierto tono crítico como el «one» -uno, en inglés- y el « ... dios». Debe ser un estilo tradicional español en tiempos de atribulación política. Estos días -y los que te rondaré- en referencia a lo que ya se viene en llamar «la trama», todo este entresijo de episodios de corrupción desde Ábalos -'el jefe' o 'Goblin' (duende, en inglés)- hasta Koldo, pasando por Aldama, nos sobresalta por su volumen y partícipes. También, en el informe de la UCO correspondiente, que ahora asola secretos inconfesables, surgen referencias al llamado 'el uno'. ¿Quién será el uno...? Y, ¿por qué sale?
En el trasfondo de esta gravísima crisis gubernamental está la pandemia, las compras de mascarillas y demás material, comisiones inexplicables y generosas hasta la agonía, también rescates millonarios a empresas en dificultades concedidos por el Gobierno, etc. Todo se entremezcla y cruza, másteres y una cátedra sin titulación, patrocinadores y un fraude de iva -182 kilos- en un negocio de hidrocarburos, aparte de Delcy Rodríguez, maletas en Barajas en número discutido y más de cien lingotes de oro. Si sumamos la larga lista de notables personajes investigados -antes se les denominaba imputados, que suena aún peor- y el suplicatorio que se viene ante el Congreso para el ex ministro Ábalos, Moncloa está que arde. «No conozco al sr. Barrabés», dijo el testigo Sánchez. Sin embargo, algunos voluntarios afirman que le ofreció un ministerio y el interfecto ha declarado haber tenido varias reuniones en el Palacio de la Moncloa con él. Aparte de algún vídeo de libre consumo en el que Pedro Sánchez aludía al empresario, alabando sus virtudes.
Nada coincide, pero todo encaja. Hay quien llama al relato de este laberinto 'Operación Saqueo II', pero queda mucho por aclarar y más por saber. La salida en tromba de los ministros con frases calcadas, revelando un evidente argumentario común, supone un clima de nervios y alarma difícil de ocultar. Desgraciadamente algo huele a podrido y todo indica que no estamos en buenas manos, sólo nos queda la justicia. Sánchez llegó con una moción de censura hablando de corrupción, ahora tendrá que dar explicaciones y asumir responsabilidades, puede que muchas. Engañarse con frases hechas y nuevas mentiras -Delcy vino en viaje privado, no vino, no bajó del avión o sí, lo supe no lo supe, lo autoricé no se sabe cuándo...- no aplacará este caballo desbocado. Para ordenar conocimientos, implicaciones y autorías y autoexculparse, Pedro Sánchez necesitará un novelista. Ahí está la puerta, hay que convocar elecciones.
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